PRUEBAS DEL APOYO DE LA PLATAFORMA AL COLECTIVO TRANS


Como muchxs sabéis estamos sufriendo un cruento y violento ataque liderado por algunas personas transactivistas y algunxs de sus simpatizantes, quienes nos acusan falsamente de difundir el odio y la transfobia contra las personas, y especialmente, las mujeres trans por decir lo que el feminismo lleva más de tres siglos diciendo, que el género es un constructo social y cultural opresor patriarcal, no una identidad. Dichas personas están llevando a cabo una campaña de acoso e incitación a la violencia tanto hacia nuestra página como hacia las administradoras con el fin de tumbar y silenciar tanto la página, como nuestros perfiles personales, y los de todas aquellas personas que nos defiendan, utilizando la estrategia de la denuncia masiva de contenidos, aunque estos no incumplan ninguna política de Facebook.

Quien nos siga desde hace años sabrá del compromiso de esta página con todos los grupos oprimidos y discriminados por el patriarcado, incluido el colectivo trans. Quien nos siga desde hace años sabrá también que nunca hemos invisibilizado sus violencias ni negado su autodeterminación, sino todo lo contrario, hemos denunciado siempre las violencias que sufren, hemos defendido sus derechos y nos hemos alegrado por sus logros. Por eso, más que palabras, aportamos pruebas de posts colgados en nuestra página a lo largo de los últimos años y anteriormente a este conflicto en apoyo a este colectivo por parte de esta  Plataforma.

Tenemos muchos motivos para sospechar que este ataque, camuflado de acusaciones de transfobia, tiene otros intereses económicos e ideológicos ocultos. Creemos fehacientemente que quieren quitarnos de en medio por nuestro firme compromiso abolicionista frente a la prostitución, tanto de calle como la filmada (pornografía), y por nuestra repulsa hacia los úteros de alquiler y compraventa de bebés, motivos por los cuales llevamos mucho tiempo recibiendo ataques organizados e intentos de censura llevados a cabo por parte de lobbies proxenetas, regulacionistas pro vientres de alquiler, puteros y machistas, así como nuestra lucha contra las farmacéuticas que tanto están invirtiendo en partidos tanto de izquierdas como de derechas, en organizaciones públicas, ONG’s, colegios, institutos y Universidades para promover el uso de bloqueadores hormonales en niñxs, tal y como hace el lobby proxeneta para blanquear la prostitución. En resumen, nuestra postura abolicionista del género (algo que lleva reclamando el feminismo, repetimos, 3 siglos) es muy incómoda también para el lobby farmacéutico que está poniendo una pasta gansa en partidos y universidades públicas y privadas para defender sus intereses económicos a costa del sufrimiento de las personas trans, pues las están instrumentalizando con fines espurios.

Las personas que están liderando el ataque, a quienes no vamos a nombrar para no ponernos a su altura, aunque sabemos quienes están detrás de esta campaña de acoso, son auto declaradas regulacionistas y defensoras de la mercantilización y cosificación de nuestros cuerpos y úteros, solo basta con poner algunas palabras claves en google o twitter, o youtube y verán sus comentarios y vídeos, tomen sus propias conclusiones. Creemos que, como no han logrado hacernos caer por nuestra postura abolicionista, cada vez más aceptada, y creciendo cada vez más (afortunadamente y mal que les pese), han querido usar la excusa de la transfobia, algo muchísimo más condenable socialmente y a lo que nadie puede hacer oídos sordos, lógicamente, para silenciarnos, para acabar con nuestra reputación y por ende, con una página, muy incómoda para los intereses de las mafias del sexo, los puteros, lxs pro regulación de la prostitución y los lobbies pro vientres de alquiler y los lobbies farmacéuticos.

Próximamente publicaremos un comunicado desde este mismo blog explicando con detalle nuestra postura y el motivo de las discrepancias que han dado pie a este y otros conflictos tanto en nuestro grupo como a nivel global. Sólo decir que nos parece súper injusto y desproporcionado el escarnio público, las amenazas, la violencia y la caza de brujas a las que nos están sometiendo estas personas por defender algo que lleva toda la vida exigiendo el feminismo. De momento, les dejamos con unos ejemplos de la integración en la lucha feminista de PAP de las personas transexuales durante todos estos años.

NI PODRÁN CON NOSOTRAS, NI PODRÁN CON EL FEMINISMO.

GRACIAS POR DIFUNDIR Y POR TODO VUESTRO APOYO.

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GRACIAS DE CORAZÓN POR TODO VUESTRO APOYO.

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CARTELES HECHOS POR NUESTRAS QUERIDAS SEGUIDORAS EN NUESTRA DEFENSA

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TRADUCCION DE ESTE TEXTO  AL FRANCES Y AL INGLES POR CORTESÍA DE LAS COMPAÑERAS DE «TRADFEM»

Une nouvelle chasse aux sorcières / Another witch hunt

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Pon un hombre igualitario en tu vida


O mejor dicho, de poner un hombre en tu vida, ante todo, procura que sea feminista.

¿Por qué? Pues porque sólo una persona que te vea como igual te tratará como tal, con el respeto, la cooperación, la dignidad, la dedicación, los derechos, la equidad, la escucha, la honestidad y el trato justo que mereces.

JohnLegend lindo

Sí, lo sé, es muy fácil decirlo, pero, ¿cómo encontrarlo?

Primero que nada, y por opuesto que parezca, no “necesitando” a ningún hombre en tu vida. Conociéndote, queriéndote, mimándote, sabiendo estar bien sola, conociendo cómo colmar tú misma tus necesidades, siendo auto suficiente, y jamás poniendo tu felicidad, tu equilibrio mental, tu autoestima y tu valor en manos o boca de nadie.

Si no aprendemos a estar solas, a ser felices y a disfrutar de nuestra propia compañía, difícilmente podremos elegir con autonomía. Tenderemos a tirarnos en los brazos del primero que nos prometa llenar el vacío que traemos, sin pararnos a pensar en si esa persona realmente es buena para nosotras. Las consecuencias pueden ser nefastas.

Si consigues lo anterior, que no es nada sencillo tal y como está planteada la sociedad que considera la soledad femenina como un fracaso, tendrás un gran camino andado.

MARCELA LAGARDE

Lo segundo que necesitas es saber dónde están tus límites y NO saltártelos.

Has de tener claro cuáles son las cosas que no soportas y con las que te niegas a vivir. Escríbelas en un cuaderno si hace falta para tenerlo siempre presente, y si identificas alguna de ellas en la persona con la que estás y ves que no está dispuesto a modificarla, adiós, bye, sayonara. A menos que quieras vivir sufriendo, que con alta probabilidad no será el caso (a menos que te mientan y te lo oculten, para lo que debes tener siempre un plan de escape).

Recuerda siempre que esa popular frase de “si tú no te respetas, nadie lo hará”, es una verdad como un templo, pura matemática, y si no me crees, simplemente prueba a hacerlo y te sorprenderás. Cuando te respetas no permites que te pisoteen de ninguna manera, no vives con algo que te resulta insoportable, lo cortas ipso facto. Y para tener la fuerza para hacer esto es muy importante trabajar y reforzar la autoestima que la sociedad patriarcal y su publicidad se empeñan en destrozarnos desde la infancia a las mujeres, con el objetivo de controlar nuestro comportamiento, nuestro físico y nuestro consumo.

Por otro lado, si la persona con la que estás sabe que eres inflexible en esos puntos, si quiere seguir a tu lado se lo pensará mucho antes de jugársela a todo o nada.

Todo esto te facilitará enormemente el tercer paso:  no salir con hombres machistas.

Algo que, aunque pueda parecer fácil, no lo es. Una, porque son mayoría, y otra, porque cuando a un hombre machista le gusta una mujer, especialmente si sabe que no tiene “compromiso” (aunque a veces aunque lo tengan lo intentan igual),  incluso aunque ella sea feminista, no se rinde fácilmente y utilizará todas sus artimañas para conseguirte, te prometerá la luna, te dirá lo que quieres oír,  se hará pasar por lo que no es… Sí, has mal pensado bien: «incluso serán capaces de hacerse pasar por un hombre igualitario-feminista».

Un hombre machista tampoco entenderá que una mujer pueda ser enormemente feliz sola, o lo que viene a ser lo mismo, que pueda ser feliz sin un hombre. Así que no pierdas el tiempo tratando de explicárselo, porque intentará convencerte por todos los medios  de lo equivocada que estás y de lo mucho que le necesitas en tu vida.

Por eso mi consejo es que si ves venir o intuyes a uno de estos elementos no le digas que estás libre,  lleva una alianza de emergencia en el bolso, dile que eres lesbiana, que estás casada, arrejuntada, que te vas de misionera a Tombuctú, que tienes un herpes, lo que sea. Pero por lo que más quieras, si no quieres tragarte una y otra vez el show de macho alfa en pleno cortejo de apareamiento, dándole la oportunidad de manipularte y sucumbir (aunque sea para que se calle), no le des un sólo atisbo de disponibilidad.

Si logras resistir, te aseguro que por descarte y probabilidad (porque muy posiblemente tendrás que dar unas cuantas calabazas), tarde o temprano te encontrarás  con uno de esos seres maravillosos: un hombre igualitario. Conviene resaltar que, si todas hiciéramos lo mismo y nos negáramos a salir con especímenes de Atapuerca, no les quedaría más remedio que evolucionar si quieren seguir perpetuando la especie.

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Uno de los errores más graves que cometemos en el amor, especialmente las mujeres debido a la educación patriarcal recibida y la idealización del amor romántico- aunque nos puede ocurrir a todas/os en general, es enamorarnos primero, y conocer a la persona después, cuando tendría que ser justamente al revés: hay que elegir compañero con el cerebro racional.

El amor a primera vista es una trampa cultural y biológica, pura idealización, y este tipo de amor romántico que nos mete la cultura con calzador es altamente peligroso para la salud física y mental de las mujeres. Aunque compartimos el mismo mundo y al nacer somos seres muy parecidos, la sociedad nos segrega y nos educa por sexos. A ellos, salvo casos excepcionales, no se les educa para que el amor sea «el todo» como a nosotras, no se les mete el cuento de la princesa azul y el amor para toda la vida, se les educa en sentido contrario, y para todo lo demás; para las grandes hazañas, para separar amor de sexo al mismo tiempo, para la promiscuidad y las conquistas, para ejercer el liderazgo, y muy a menudo, para no considerar siquiera sujetos de derecho a las mujeres, sino objetos sexuales, chachas, mamás, educadoras, psicólogas, o una mezcla de todo junto.

Son pocos los que, educados en esta sociedad patriarcal, nos ven realmente como iguales y merecedoras del mismo respeto y reconocimiento que se guardan para sí mismos. Es una cuestión educativa y cultural. Por suerte, no son todos, algunos reciben una educación distinta en casa o han sido capaces de abstraerse y rebelarse contra esta cultura. Pero para la mayoría el amor simplemente es un complemento más al igual que las mujeres: cosas perfectamente intercambiables. Especialmente cuando dejamos de serles útiles, y ya no digamos cuando empezamos a exigir igualdad, colaboración y respeto, ¡¡cómo nos atrevemos!!

Por ello, no está de más conocer cómo funciona nuestra mente cuando nos enamoramos. Si entendemos que es una respuesta biológica irracional de nuestro cerebro primitivo cuyo único objetivo es el apareamiento y la perpetuación de la especie, y no nuestra felicidad, ni nuestra salud mental, ni la construcción de relaciones sanas y equilibradas, ya sea a corto o a largo plazo, podremos elegir mejor y no caer en las trampas de la cultura machista y la biología.

Porque si simplemente nos dejamos llevar, pasa lo que pasa: cuando empezamos a verle los colmillos al lobo, y sale a flote su verdadera personalidad, esa que nos ocultaban al principio mostrándonos solo lo que queríamos ver y oír, ya estamos enamoradas hasta la médula, enganchadas emocionalmente, y eso nos puede dejar incapacitadas para reaccionar y salir de relaciones que nos hacen sufrir, nos maltratan y hasta nos matan.

Pocas cosas hay tan cobardes y rastreras como obligar a alguien a vivir con lo que no quiere valiéndose de la mentira para negarle a la otra persona el derecho y la libertad de elegir, pero por desgracia esto sucede continuamente y tenemos que tenerlo presente. No se trata de ir desconfiando de todo el mundo, sino de estar alerta y preparadas para correr si hace falta. Debemos dejar y tener muy claro que por mucho que nos juren amor eterno, en el momento en que falte el respeto, ahí se acabó el amor para nosotras.

La doctora Clarissa Pinkola Estés, hace hincapié en su libro Mujeres que corren con lobos, en una herramienta fundamental para enfrentarnos a ese tipo de depredadores emocionales: la intuición.

Barba Azul representa al hombre oscuro que habita en la psique de todas las mujeres, es el depredador innato. Es una fuerza que hay que refrenar, y para hacerlo, las mujeres deben conservar sus facultades instintivas: la perspicacia, la intuición, la resistencia, la capacidad de amar con tenacidad, de sanar intuitivamente y de cuidar su creatividad, la aguda percepción, la agudeza auditiva. Barba Azul es la figura psíquica que se opone a todo ello.

Para desarrollar la conciencia, hay que buscar lo que se oculta detrás de lo directamente observable. Barba Azul es la tendencia de la psique que nos impide buscar detrás de lo visible, es la que prohíbe abrir la puerta que esconde los cadáveres. Para resistir al depredador, las mujeres han de decir su verdad con voz clara.

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Las mujeres que no saben identificar al depredador que se aloja en su psique pueden pertenecer a dos categorías: la de las no iniciadas, las jóvenes e ingenuas o bien aquellas cuyo instinto ha sido dañado. La cura, tanto para una como para otra, es escuchar la propia intuición, la propia voz interior, (la meditación).

El gran poder de la intuición está formado por una vista interior, un oído interior, una percepción interior y una sabiduría interior tan veloces como un rayo.

Se alimenta a la intuición prestándole atención. ¿De qué sirve una voz sin un oído que la reciba?

Nos ahorraremos mucho sufrimiento si escuchamos a esa joya que habita en nuestro interior llamada intuición, esa inteligencia inconsciente que raramente se equivoca y pocas veces escuchamos.

Aunque nunca hay garantías, hay lugares donde es más probable encontrar hombres igualitarios; áreas de igualdad de partidos de izquierda-comunistas-socialistas, organizaciones de hombres igualitarios, anti patriarcales y feministas, que viene a ser lo mismo, etc., la verdad es que pueden estar en todos lados.

Pero mucho ojo, porque incluso en esos lugares hay mucho/a machista encubierto.

Hombres apoyando en

Hombres apoyando en «La Marcha de las putas». Protesta, no a favor de la prostitución, sino contra la culpabilización de las mujeres en los casos de violación, abuso sexual y acoso por cómo van vestidas, o por haber consumido alcohol.

Y, por último, no te olvides del pensamiento y del lenguaje en positivo porque atraemos lo que proyectamos y pensamos. Si nos pasamos la vida diciendo lo que no nos gusta y hablando sólo de lo negativo, ocurrirá lo mismo que cuando nos falta autoestima y tenemos el mismo discurso negativo con nosotrxs mismxs, que con alta probabilidad acabaremos atrayendo el tipo de personas y situaciones que odiamos y queremos evitar, porque el resto, con esa actitud difícilmente se nos va a acercar.

Mejor hablar en positivo, ser asertiva, decir lo que quieres y poner tu intención en ello, así tendrás muchas más probabilidades de atraer a personas en la misma onda que respondan a esa energía que transmites y de reconocerles cuando les tengas cerca.

También es de mucha utilidad la redacción y visualización de lo que quieres encontrar: fijar objetivos concretos ayuda a la mente a enfocarse consciente e inconscientemente en aquello que queremos y a descartar lo que no nos interesa con mayor claridad y facilidad.

Aun con toda la información del universo, una cosa es saber la teoría y otra aplicarla, eso es lo más difícil. Por ello, puede que aunque tengas todas las herramientas del mundo caigas en la red de algún indeseable, es algo que nos puede pasar a todas, incluso aunque estemos seguras de lo contrario. Lo importante es que una vez enfrentes la situación hagas todo lo posible por salir de ella.

Pero lo más importante de todo es no olvidarte  nunca de ser tu mejor amiga, de quererte, protegerte, y ser fiel a ti misma y a tu intuición. Nadie externo cumplirá estos papeles mejor que tú.

si tú sabes lo que vales, ve y busca lo que mereces

Si tú sabes lo que vales, ve y busca lo que mereces.

Autora: A. Aguilar para Plataforma Anti Patriarcado

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*Nota de la autora: El texto está escrito en masculino y dirigido principalmente a mujeres y hombres heterosexuales porque son las relaciones donde más violencia y asesinatos se producen debido a la perjudicial idealización del amor romántico heteropatriarcal y heteronormativo, pero perfectamente se puede aplicar a parejas del mismo sexo ya que entre éstas también se reproduce el patriarcado y también existen personas machistas.

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La banalización del mal en la prostitución: Entre psicopatía y perversión. Por la Doctora Inmaculada Jauregui Balenciaga.


Email: inmajauregui@gmail.com

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Resumen

La psicopatología social desde sus comienzos ha relacionado civilización con patología. Y actualmente son las patologías narcisistas las que mejor describen el malestar. La prostitución es planteada como una patología del capitalismo neoliberal; una cultura psicópata basada fundamentalmente en la cosificación-mercantilización-, y una violencia impune cimentada sobre relaciones de (abuso de) poder, para satisfacer una serie de necesidades a una parte de la población-masculina-. El capitalismo no es sino la extensión del patriarcado más allá de la familia, siendo el modelo de explotación y esclavismo capitalista, la explotación de la mujer por el hombre. El capitalismo así se erige como heredero de los valores patológicos patriarcales, valores en cuanto a su contenido que casan con rasgos psicópatas y perversos. En la mente patriarcal se encuentra la raíz del mal de nuestra civilización. Los patriarcados contemporáneos aplican la lógica económica a las relaciones de género, de tal manera que la prostitución representa una forma más de esclavitud (sexual) femenina, está estrechamente imbricada con la criminalidad, al límite entre la economía legal e ilegal. La socialización moderna supone la banalización del mal, es decir, la enculturación de la sociedad en la barbarie a través fundamentalmente de la economía y la legalidad.

SOCIEDAD ENFERMA O MALDAD

Somos ya unos cuantos autores que afirmamos que la sociedad está enferma. Pero,

¿enferma de qué? ¿qué le pasa? ¿cuál es el diagnóstico? Bastantes autores hablan de

sociedad y narcisismo, la cultura del narcisismo, el vacío (Lowen, 2000, Lasch, 1991,

Lipovetsky, 1993). Al respecto, «Pocas dudas puede suscitar la idea de que nuestra

sociedad cultiva el narcisismo de un modo desaforado» (Garrido, 2000, p. 92). Y dentro

de este registro patológico, la psicopatía parece ser el espécimen que mejor se adapta a

nuestros tiempos. Así «Alan Harrington escribió en 1972 en su libro Psicópatas que lo

que “anteriormente se diagnosticaba como una enfermedad mental se ha convertido en

el espíritu de nuestro tiempo”» (Ibid, p. 85). Y es que cada vez más autores

especialistas en el tema coinciden en afirmar que «la sociedad se está volviendo más

psicopática» (Pinker en Dutton, 2018, p. 152). Clive R. Boddy «afirma que son los

psicópatas, sencillamente, los que se encuentran en el origen de todos los problemas.

Los psicópatas (…) se aprovechan de “la naturaleza relativamente caótica de las

empresas modernas”» (Dutton, 2018, p. 156). Robert Hare (2003) dirá que «nuestra

sociedad se está moviendo en la dirección de permitir, reforzar e incluso valorar

algunos de los rasgos patológicos enumerados en el Psychopathy Checklist – rasgos

como la impulsividad, la irresponsabilidad, la falta de remordimientos, etc.- (…). Una

“sociedad camuflada”, donde los verdaderos psicópatas se pueden ocultar muy bien»

(pp. 230-231). Es conocido el hecho de que «para mantenerse como tal y reproducirse,

cada marco social requiere de un modelo de sujeto que lo posibilite, para lo cual todas

sus instituciones buscan tal construcción» (Guinsberg, 1994, p.23).

Cuando leemos sobre las características de la persona psicópata, los criterios

diagnósticos, sobre todo aquellas que hablan de falta de interiorización de normas y

leyes, ausencia de remordimiento y culpa, resulta harto difícil no reparar en el

funcionamiento político y económico de nuestras sociedades. Cuando leemos que las

leyes y normas no van con estas personas, no podemos dejar de pensar en el

funcionamiento político de las «democracias» actuales. Cuando leemos que en las

personas psicópatas, domina una lógica perversa e instrumental, no podemos por menos

de pensar en el funcionamiento de grandes empresas y corporaciones. Cuando leemos

que las personas no les importamos en absoluto, pues sólo nos ven como meros objetos

o instrumentos para conseguir sus fines (Piñuel, 2008), no podemos dejar de pensar en

la lógica subyacente del capitalismo. El ser humano no importa al capital. El dinero no

tiene ética ni moral. Quien dice dinero, dice negocios, dice empresas, dice corrupción,

dice política, dice especulación, pero dice sobre todo de aquellas personas que están

detrás de este tipo de mercadeo: los psicópatas. De la misma manera que la ley dice que

el no conocerla, no exime de cumplirla, el hecho de no saber que una persona se

comporta como psicópata no exime de serlo.

Ahora bien, el capitalismo no es sino la extensión del patriarcado más allá de la familia

hacia lo político y económico (Naranjo, 2018). El modelo de explotación y esclavismo

capitalista se basa en la explotación de la mujer por el hombre, su domesticación, su

esclavitud doméstica y reproductora. El capitalismo es heredero de los valores

patriarcales; en ellos se encuentra la raíz del mal (Ibid). En la mente patriarcal está la

raíz del mal de nuestra civilización.

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No obstante, el mal tiene un nombre y un diagnóstico: psicopatía. Esta anomalía –

situada en el registro narcisista– es muy «particular». La primera y más importante

particularidad es que no es posible comportarse como si lo fuera, sino que es una forma

de ser y de estar en el mundo (Marietán, 2008). Representa a un porcentaje de la

población, dicen que alrededor del 3 ó 4% de la población. Se trata, al parecer, de una

patología innata, no adquirida. No obstante, algunos autores también afirman que es

posible actuar y transformarse en una persona psicópata (Piñuel, 2008). Si vivimos

inmersos en valores psicópatas, si estamos gobernados por psicópatas, si trabajamos con

(y para) psicópatas, aumentamos considerablemente la posibilidad de convertirnos en

psicópatas, pues el medio de socialización es fundamentalmente psicopático. Resulta

imposible estar sano en un medio enfermo. La comprensión a esta cuestión nos la da

claramente Iñaqui Piñuel (Ibid): vivimos en una sociedad cuyos valores favorecen el

desarrollo de todo un narcisismo social. Las principales instituciones educativas y

socializantes resultan altamente tóxicas porque estas van progresivamente

socializándonos en estos valores basados en la carencia de una internalización de las

normas éticas o morales. Dada la evolución social, cultural, política y económica, la

autora Inmaculada Jauregui (2008), se plantea una especie de institucionalización de la

psicopatía, que coincide con su desclasificación diagnóstica. En definitiva, estamos

siendo enculturados en normas y valores psicópatas: «en una sociedad psicopática, el

narcisismo social dominante hace, además, el resto, inoculando desde pequeños a los

niños la necesidad de éxito, de apariencia y de notoriedad social. el virus del

narcisismo social les conduce a la rivalidad, la competitividad, la envidia y el

resentimiento contra los demás. tal es el despropósito educativo que nos invade y

explica por qué muchos de estos niños, al hacerse mayores, se convierten en

depredadores en organizaciones en las que recalan como trabajadores» (Piñuel, 2008:

77). Este autor va más lejos, comprendiendo las bases y los mecanismos psicológicos

por los cuales ciertas organizaciones pueden transformar a buenas personas en

psicópatas. Finalmente, el autor aclara cómo una estructura económica sacrificial como

la de las sociedades occidentales, produce una anestesia moral; una dimisión ética

interior que conduce directamente al desarrollo de la psicopatía. Jauregui (2008) nos

dirá que la psicopatía parece ser una patología consustancial a la modernidad, a modo

de pandemia, profundamente ligada a los «valores» económicos, que va filtrándose en

la cultura, convirtiéndose en el modelo de éxito y de poder a imitar, socavando así las

estructuras sociales y políticas y, devaluando la democracia. «Un hombre diferente sería

disfuncional para las necesidades de la misma» (Guinsberg, 1994, p. 23).

Más allá del diagnóstico psiquiátrico, extinto desde 1964, la psicopatía emerge como un

problema social en expansión, caracterizado por una crueldad hacia lo humano, fruto no

sólo de una constante trasgresión de las normas, sino de una perversión de la ley en

beneficio propio. Esta pandemia, generadora de una violencia sin precedentes, se ha

notablemente generado con el espíritu protestante del capitalismo y su ulterior

desarrollo, es decir, la religión ha sido sustituida por la economía, convirtiéndose esta

en la nueva y postmoderna laica religión. No obstante, tal y como nos lo ilustra Piñuel

(2008), gracias a la religión sacrificial de la economía, cuyo dogma sagrado es la

racionalidad instrumental, cualquier persona normal puede perfectamente convertirse en

una persona psicópata sin necesidad de que intervenga su genética. Basta con unos

cuantos mecanismos de defensa y la socialización en una organización tóxica, que

actualmente son muy numerosas.

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APUNTES DE HISTORIA DE UNA CIERTA PSICOPATOLOGÍA SOCIAL

Sigmund Freud (1981), médico, fue el primer autor que relacionó civilización con

patología. Habló de un malestar cultural como precio al progreso. El sacrificio de la

vida instintiva y la espontaneidad, ha supuesto el desarrollo de una moral y una ética

cultural, en donde se halla la conciencia.

Karen Horney (1984), psicóloga y psicoanalista, coetánea de Freud, habló de la

personalidad neurótica de nuestro tiempo. Una estrategia defensiva para hacer frente al

medio generador de angustia. Esta autora señala «la gran importancia de las

condiciones culturales en la neurosis» (p. 10). Cuestiona el concepto de «lo normal», el

cual es variable no solo entre las diferentes culturas, sino también a través del tiempo.

En todas las formas neuróticas, hay un común denominador «producto de las

dificultades que reinan en nuestro tiempo y nuestra cultura» (p. 33).

Erik Fromm (2008), psicólogo, en su obra «Psicoanálisis de la sociedad

contemporánea» apunta de manera más fina, planteándose la normalidad como

patología así como el estado enfermo de toda una sociedad. Enfermedad estrechamente

vinculada al capitalismo cuya forma de individuo medio resulta ser el individuo

enajenado, alienado. Un sujeto extraño a sí mismo. Este estado de enajenación impregna

todas las relaciones y la manera de hacer del ser humano, generando fenómenos

imprevisibles como el nazismo, el racismo, el holocausto… y el capitalismo. En esta

mismo línea, Hannah Arendt (1998), filósofa, acuñará el término de «banalidad del

mal», en su análisis sobre el origen del totalitarismo. Esta expresión designa la manera

de actuar de ciertos individuos que se comportan según las reglas del sistema al que

pertenecen sin reflexión sobre estos actos, es decir, sin conciencia. Por ello, son capaces

de cometer las mayores barbaridades. La maldad forma parte de la condición humana.

Pero su banalización está estrechamente relacionada con el propio sistema. Al respecto,

Robert Hare titula así uno de sus libros «Sin conciencia» para describir sintéticamente la

esencia de la psicopatía.

Alexander Lowen (2000), médico y psicoterapeuta, habla del narcisismo como la

enfermedad de nuestro tiempo. Plantea el narcisismo como una enfermedad tanto

psicológica como cultural. A nivel cultural, el autor habla de una pérdida de valores

humanos, ausencia de interés por el entorno, por la calidad de vida, por las demás

personas. Una sociedad que sacrifica su medio natural para obtener dinero y poder,

insensible a las necesidades humanas. El progreso se mide por lo material y las

relaciones existen por oposición. El narcisismo individual corre paralelo al cultural. Este

autor explica que la neurosis de los primeros tiempos caracterizada por los sentimientos

de culpa, las ansiedades, las fobias y obsesiones, está siendo desplazada por la

depresión, la frialdad emocional, el vacío interior, la falta de humanidad y de valores, la

falta de realismo. Hay algo de locura e irrealidad en el individuo y en la cultura que

destroza la naturaleza para progresar. Al respecto, «Pocas dudas puede suscitar la idea

de que nuestra sociedad cultiva el narcisismo de un modo desaforado» (Garrido, 2000,

p. 92).

La filosofía y la sociología parecen tomar el relevo de la medicina, psicoanálisis y

psicología en cuanto al análisis de la sociedad y la cultura, emergiendo obras como La

era del vacío» de Gilles Lipovetsky, «La cultura del narcisismo» de Christopher Lasch,

Richard Sennet «Narcisismo y cultura moderna». Tenemos también a Zigmundt

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Bauman, sociólogo y filósofo, que hablará de lo líquido y lo efímero. Analiza la

modernidad en base a la vida de consumo. Algún periodista como Vicente Verdú (2009)

osará analizar la sociedad: hablará del capitalismo funeral y de ficción, del yo y el tú

como objetos de lujo. Más recientemente también tenemos a Eduardo Subirats (2006),

filosofo, en cuya obra «Violencia y civilización» hablará de involución social bajo

crecientes formas autoritarias de dominación. Abordará el fenómeno de la aniquilación

en tanto que espectáculo. Guy Debord (1999), filósofo, hablará de la sociedad del

espectáculo dividida en una minoría perversa que domina el mundo a través de la

desinformación y las personas ingenuas que la aceptan. ¿Qué es la sociedad del

espectáculo? «el dominio autocrático de la economía mercantil que había alcanzado un

status de soberanía irresponsable y el conjunto de las nuevas técnicas de gobierno que

acompañan ese dominio» (Ibid, p. 14). ¿Cuáles son estas técnicas?: «convertir en

mundo la falsificación y hacer la falsificación del mundo» (Ibid, p. 21); «hacer

desaparecer el conocimiento histórico en general» (Ibid, p. 25); haber «eliminado los

últimos vestigios de la autonomía científica» (pág. 51) y conseguido que «el secreto

domine este mundo, y ante todo como secreto de la dominación» (Ibid, p. 72).

Otros autores en sociología como Anthony Giddens y Pierre Bourdieu, han reflexionado

profundamente sobre la sociedad actual y su violencia simbólica y cultural. Johan

Galtung (1989), sociólogo y matemático, uno de los mayores expertos del mundo en el

tema de la violencia, la define con gran precisión, dejando claro su origen cultural; la

violencia no es innata, no forma parte de la naturaleza humana. Distingue tres niveles de

violencia: directa, estructural y cultural. La violencia estructural«está edificada dentro

de la estructura y se manifiesta como un poder desigual y, consiguientemente, como

oportunidades de vida distintas»(Galtung,1969:p37).En este sentido, formas de

violencia estructural son la desigualdad de oportunidades, la discriminación sexual del

trabajo, la explotación, la feminización de la pobreza, el desempleo masivo –

especialmente entre las mujeres–, la diferencia salarial. Una estructura -social- violenta

deja marca no sólo en el cuerpo humano sino también en la mente y en el espíritu. Por

violencia cultural el autor quiere significar aquellos aspectos de la cultura, la esfera

simbólica de nuestra existencia ejemplificada por la religión y la ideología, el lenguaje y

el arte, la ciencia empírica y la ciencia formal, que puede ser usada para justificar o

legitimar la violencia directa o estructural. En este sentido, la violencia cultural hace

referencia a la permanencia de la violencia por su legitimación y su justificación. Este

autor afirma que la violencia contra las mujeres es una estructura de poder que se llama

patriarcado.

Michel Foucault, filósofo, y Tomas Szasz, psiquiatra, entre otros, analizan las

estructuras del poder y la ideología. El poder conforma toda relación sobre la asimetría

entre la autoridad y la obediencia. Se trata de estrategias que actúan siguiendo

mecanismos de represión e ideología. La ideología sería entendida como una mentira

disfrazada de verdad, todo un aparato ideático mitómano para controlar un orden basado

en la dominación. No obstante, hay algo de delirante en la ideología, de tal manera que

se puede avanzar un común denominador entre ideología y esquizofrenia: una estructura

mental que permite fabular una falsa conciencia. El poder, con ayuda ideológica,

produce lo real, que no es otra cosa que la obediencia servil, llamado normal.

Se desarrollará la psicología social y política con el estudio de la maldad y la

obediencia, entre otros temas. Experimentos como el de Stanford con Zimbardo (1973)

o el de Milgram (1963, 1974) sobre la obediencia, ponen en evidencia la maldad en

gente corriente y vulgar. Se estudiarán temas como la violencia de grupo, el genocidio.

6

Más recientemente con la neuroética, se estudia la moral (o la ausencia de esta) y su

desarrollo.

Estos y otros muchos autores de casi todas las ramas de la ciencia, describen el

funcionamiento de la sociedad, un funcionamiento cruel, narcisista, perverso,

inhumano, dominante, autoritario, centrado fundamentalmente en el capitalismo. Todas

estas líneas de investigación, además de converger, ahondan en la violencia pura como

un estado permanente, haciendo desaparecer la política y los estados. Y para ello, se

desarrolla todo un sistema perverso de legitimación de esta dominación: la

«democracia». Y eso es en definitiva el capitalismo. Todos estos autores, de manera

explícita o implícita, hablan de patología cultural y social, cimentada en la violencia y la

ideología como forma de legitimación. Una patología inscrita en el registro narcisista.

Desde un punto de vista clínico, todas estas descripciones apuntan a una manera de

hacer que corresponde a una categoría diagnóstica: la psicopatía. En este sentido, resulta

lícito etiquetar al capitalismo y a nuestra civilización de psicópata. Efectivamente, para

algunos autores se trata de «una sociedad psicopática» (Garrido, 2000, p. 12), no ya

solo por el accionar de estas personas psicópatas, sino como «resultado del

comportamiento de personas que, sin desarrollar plenamente esa condición, han

adoptado formas psicopáticas de relación con los demás» (Ibid, p. 13). Lo que Hanna

Arendt bautizó como banalidad del mal.

Claudio Naranjo (2018), psiquiatra, nos dirá que la estructura central que comparten

todas las civilizaciones es el patriarcado. En este espíritu, en esta mentalidad, en esta

mente, se halla el mal fundamental de esta civilización. La civilización es la sociedad

patriarcal y la historia de la civilización y del patriarcado es en realidad la historia de la

brutalidad, de la barbarie enmascarada en el ideal del héroe. Figura que comparte

algunos rasgos con la psicopatía. De hecho a quienes afirman que «existe una línea muy

fina (…) entre el héroe y el psicópata» (Dutton, 2013, p. 137). La barbarie occidental

nos es desconocida porque se oculta bajo nobles ideales. Este autor expone más

precisamente la tesis de que el mal de la civilización es la mente patriarcal. Afirma que

la raíz ignorada de los males del mundo y del alma está en el patriarcado. En este

sentido, la civilización, lejos de haber significado un triunfo en la evolución de la

humanidad, constituye fundamentalmente la causa de los problemas colectivos e

individuales, idea que ya en su día apuntaron autores como Rousseau, Nietzsche, la

escuela de Frankfurt y el Club de Roma. La sociedad de hoy destruye la naturaleza, la

cultura, las personas, los valores. El contrato social está roto.

Pero ¿qué es el patriarcado? ¿de qué hablamos cuando hablamos de mente patriarcal?

Se trata de un conjunto de fenómenos íntimamente relacionados entre sí. Uno de los

principales es la subordinación a una autoridad patriarcal. Una autoridad que además de

violenta, implica una desvalorización, subordinación y explotación de la mujer (y de su

prole). El fenómeno patriarcal es un complejo compuesto de una autoridad violenta que

se concreta en una desvalorización del cuidado y del bien común (solidaridad), en una

criminalización de lo instintivo, así como en una desconexión de la intuición (Naranjo,

2010). Destaca una aniquilación lenta y progresiva de lo femenino, tal y como se ha

definido e instituido en este paradigma y de todo lo que el mundo femenino implica,

según este particular paradigma. Se trata de un «chauvinismo masculino» que afecta a

todas las personas en general porque se subordina el cuidado, el amor, la solidaridad y

el cultivo (cultura) a la explotación, la competencia y el individualismo, valores que

constituyen el trasfondo de nuestras sociedades y del despotismo económico. Como

afirma Kali Halloway en su artículo, «La masculinidad patriarcal está matando a los

7

hombres», la construcción tanto de lo masculino como de lo femenino resulta

destructivo, generando traumas, disociaciones, adicciones, depresiones. En definitiva,

provocando una muerte espiritual. Y estos efectos empeoran cuando conciernen al

género, la clase social o la raza entre otros factores de discriminación.

Si el ser humano es un ser fundamental y naturalmente social, los problemas

individuales como tales, en realidad constituyen malestares sociales y culturales. En

otras palabras, podríamos decir que la mente patriarcal describe una condición cultural,

política y social de lo humano, profundamente interiorizada, de tal manera que «… la

mente patriarcal subyace a las patologías individuales» (Naranjo, 2018, p. 34). Se trata

de un proceso complejo que conlleva una pérdida de contacto con lo instintivo, con la

naturaleza humana, con el potencial humano y con el autoconocimiento. El principal

instinto natural perdido es el de la ayuda mutua (Kropotkin, 1920), un instinto amoroso,

en el sentido de relacional, solidario y afectivo, que nos ha permitido sobrevivir como

especie. Un factor evolutivo que obedece a las leyes de la naturaleza relacionado con la

sociabilidad.

Una mente disociada tiende a disociarlo todo. La disociación se concreta en una

variedad de experiencias que van desde un distanciamiento leve del entorno o de ciertos

estímulos, hasta distanciamientos graves como la separación de la experiencia física y

emocional. Es un mecanismo de defensa mental que aleja de la realidad. A través de

este mecanismo la mente pretende controlar. Desde el punto de vista psicoanalítico, la

disociación consiste en escindir, separar, elementos disruptivos para el yo del resto de la

psique. Así, el sujeto convive con fuertes incongruencias sin que tome conciencia de

ello. En el caso del patriarcado, este se disocia de todo lo femenino, quedando solo lo

masculino. La disociación siempre es desvalorizante puesto que la ambivalencia de las

cosas de la vida es dividida, separada, de forma maniquea, convirtiendo a lo disociado

en distinto, en demonio a expulsar y por lo tanto, siendo proyectado hacia fuera y

convertido en enemigo contra el que luchar. El psiquiatra suizo Eugen Bleuler (Novella

y Huertas, 2010) a esta incapacidad de integrar existencialmente la ambivalencia que

existe en el mundo real, lo bautizó como ambivalencia esquizofrénica. Este tipo de

pensamiento maniqueo, disociado, es característico del egocentrismo, ya sea este

individual (androcentrismo) o colectivo (etnocentrismo). Un mecanismo patológico

esquizoide fruto de la imposibilidad de integrar los «opuestos». La diferencia es

vivenciada como amenazadora y como tal, será convertida en opuesta y proyectada

hacia fuera, en forma de demonio o enemigo. Para el sociólogo y filósofo húngaro

Joseph Gabel (1962) esta forma disociada de pensamiento caracteriza a la ideología. Se

trata de una disociación de tipo esquizoide, pero racionalizada; un racionalismo

patológico. La ideología, continua el autor, desvaloriza la parte disociada por

cosificación o reificación. Y esta cosificación sería el denominador común con la

esquizofrenia. Este pensamiento concreto utiliza una lógica arcaica desde un punto de

vista del desarrollo. Es decir, que el pensamiento ideológico sería de tipo regresivo; la

vuelta a un pensamiento primitivo, más simple, con un componente emocional

fuertemente maniqueo, conduciendo a la demonización del contrario, a explicar toda la

historia simplificándola; en el caso, por ejemplo, de la ideología nazi, como una lucha

entre razas, y en el caso del comunismo como una lucha entre clases. En la ideología, la

historia no es temporal, no ha sido vivida sino soñada, delirada, inventada, mitificada.

Se trata de un pensamiento encapsulado, enrocado en sí mismo, un bucle, y como tal

ajeno, alienado, extraño a la realidad y por lo tanto, inaprehensible a la experiencia. Esta

dualidad disociada de manera esquizoide y eyectada al exterior se ve claramente en la

ideología patriarcal. Una ideología (con)fabulada en una división (a)histórica de

8

géneros, supuestamente natural y biológica, en la que aparece un género no solamente

opuesto a otro, sino disociado, demonizado; enemigo genérico –la mujer- contra el que

luchar y a dominar. En esta ideología patriarcal, se plantea la supremacía masculina, se

disocia lo femenino de lo masculino en una incapacidad para integrar las diferencias, se

cosifica lo disociado, lo femenino, y se le convierte en enemigo a dominar, controlar,

por fuerza. De la demonización a la violencia y a su liquidación no hay más que un solo

paso.

En este sentido, la ideología (y práctica) neoliberal, forma extensa y extensiva de la

ideología patriarcal cuyo objeto principal es la cosificación de la otredad, convierte a

todos los seres humanos en cosas; personas robotizadas que buscan compensar su

empobrecimiento o vacío a través de todo tipo de pasiones, adicciones. La adicción es

una de las muchas formas que toma la patología de la gente normal dentro del

capitalismo. En este escenario, lo normal, en tanto que norma, constituye la patología de

la normalidad (Fromm 2008) o normopatia (McDougall, 1978 y 1989). Formas de

patología de la normalidad que se concretan en la sumisión, la conformidad, la

obediencia y los convencionalismos (Pavon-Cuéllar, 2018). La anormalidad de la norma

está en hacer lo normal, lo que se espera; en adaptarse a la situación y cumplir su rol

(Zimbardo, 1973), en obedecer (Milgram, 1963), en conformarse al grupo (Ash, 1956 y

Sherif, 1936). Así se ha ido formando y conformando no solamente una modalidad en el

ejercicio y la práctica de la autoridad, conocido como autoritarismo, sino una

personalidad autoritaria, un espécimen antropológico, convertido en norma. La

normopatia patriarcal significa que la dominación masculina sobre lo femenino, basado

en una arbitrariedad cultural (Bourdieu y Passeron, 1981), es decir que no puede

deducirse de ningún principio universal ni tienen una relación con la naturaleza humana,

se ha aceptado como normal, implementándose así la violencia en todas sus expresiones

para conformar este orden patológico.

La ideología neoliberal, se trata de una patología social cuya raíz se hunde en el

patriarcado, una mente patriarcal subyacente todas las civilizaciones desde el neolítico.

Empezó por el dominio masculino en la familia y éste se ha transferido de la vida

familiar a la vida política y de esta a la económica, particularmente con los valores que

han inspirado el liderazgo masculino fundamentado en el espíritu guerrero –hoy

depredador– de competencia y conquista. En definitiva, una androcracia sustentada en

un «chauvinismo masculino» –machismo– que ha desvalorizado, limitado,

desempoderado y explotado a la mujer desde una violencia autoritaria o autoridad

violenta. Así pues del despotismo familiar se ha pasado al despotismo político y

económico. El sometimiento de la mujer en la familia es el precedente de todos los

posteriores sometimientos, esclavitud y desigualdades (Naranjo, 2010). La violencia de

esta primigenia apropiación, que empezó siendo directa, se ha, además, transformado en

estructural y cultural. Las relaciones de propiedad son incompatibles con relaciones

intersubjetivas yo-tu, porque las relaciones de propiedad son relaciones cosificadas. A

las posesiones se las deshumaniza. No olvidemos que la mujer fue –y aún hoy–

primigeniamente tratada como esclava doméstica. «Esta relación-objeto respecto a la

naturaleza, extractiva, no recíproca y explotadora, establecida primeramente entre

hombre y mujer y entre hombre y naturaleza, se ha mantenido como modelo para todo

el resto de los modelos patriarcales de producción incluyendo el capitalismo, que la ha

desarrollado en su forma más sofisticada y generalizada» (Mies, 2019, p. 148)

A nivel intrapsíquico, esta doble apropiación de mujeres y prole, supone una doble

inhibición disociativa: todo lo relacionado con el amor y las relaciones humanas:

9

empatía, solidaridad, bien común, y otra, sobre todo lo instintivo, lo intuitivo, lo

creativo, lo artístico, lo «inútil». En definitiva, disociada del amor y aplastando la

libertad.

Desde un punto de vista neurocientífico, si el cerebro humano se compone de tres

partes: reptiliano o instintivo (que se ocupa del 30% del comportamiento humano),

emocional límbico mamífero o afectivo o relacional (que se ocupa del 60% del

comportamiento humano) y el neocortex, el cognitivo, el más reciente en la evolución,

que solo se ocupa del 10% de los comportamientos humanos, podemos decir que la

mente patriarcal, elimina (o lo intenta) lo relativo a lo relacional y lo instintivo,

quedándose solo con lo racional. El resultado es que la eliminación de lo «irracional»

genera paradójicamente una razón irracional que es fundamentalmente violenta y

depredadora. El resultado de esta razón idiota es la barbarie. La sobreracionalización

nos ha hecho irracionales. La mente patriarcal empobrece el psiquismo humano porque

nos disocia de la parte humana y la parte animal del ser humano. Y de la misma manera

que el desarrollo de la neurosis viene de nuestra necesidad de adaptarnos a situaciones

traumáticas vividas en la infancia, la civilización con sus valores psicópatas parece ser

la respuesta adaptativa al trauma del final de la abundancia en el neolítico, que obligó a

los hombres a volverse rapaces y bárbaros. La mente patriarcal, la mente de las

mayorías dirigidas por unas minorías psicópatas es lo que algunos autores como

Christophe Dejours (1998) han llamado normosis o normopatía, es decir, la psicopatía

elevada al rango de normalidad, en tanto que norma. Todos los problemas que afectan a

la humanidad derivan de esta degradación ética y de conciencia, así como de los

intentos de compensar el desequilibrio generado.

La mente patriarcal es más que el conjunto de mentes individuales, es más que una

manera de ser aberrante; es mas que una autoridad violenta, desamor o

deshumanización, domesticación de la naturaleza humana desconexión o disociación

con otras partes del ser humano. Es un fenómeno cultural porque dicha mentalidad se

reproduce a través de las generaciones. Todas las instituciones políticas, sociales y

culturales se encargan de reproducir esta mente, esta ideología.

Ahora bien, esta ideología disociada no es inconsciente sino consciente, es decir, las

personas saben que hacen mal –por eso se oculta– pero lo siguen haciendo. Es lo que se

llama encapsulamiento, uno de los criterios diagnósticos de perversión. Y para seguir

actuando, se debe legitimar, justificar, explicar, estas acciones. Se debe desarrollar una

serie de mecanismos de defensa que produzcan una ceguera ética, para lo cual a su vez,

se debe crear toda una serie de instituciones que produzcan y reproduzcan este orden de

cosas. Y por eso, esta ideología –para quienes la profesan– debe desaparecer como

ideología y ser naturalizada. Es así porque es (y debe ser) naturalmente así. Se trata de

invisibilizar la fabricación humana del patriarcado y de la economía neoliberal por

extensión. En este sentido, la sociedad queda estructurada por una pequeña minoría que

planifica y organiza para que las cosas sigan como están. Estructuras englobadas dentro

de las patologías narcisistas. Una población, de manera globalizada, enculturada en

valores psicópatas que promueve, gracias a mecanismos de defensa como la disonancia

cognitiva, entre otros y una minoría disidente que será aniquilada de una manera

bárbara o civilizada, dependiendo de en qué área geográfica nos encontremos.

10

Pero también nos encontraremos con la perversión que1 en su sentido más amplio se

refiere al funcionamiento comportamental según la máxima del goce y su satisfacción a

cualquier precio, es decir, que el yo de la persona perversa no se opone a la modalidad

anormal de satisfacción. En este sentido, psicopatía y perversión, no siendo conceptos

equivalentes se solapan, se imbrican y retroalimentan, como es el caso de las ideologías

patriarcal y neoliberal, condensadas en la prostitución.

PERVERSIÓN

Para comenzar diremos que la perversión, en sentido etimológico, es una versión

exagerada o hiperbólica de algo. Esta exageración altera o trastorna el estado o

significado de las cosas hasta el punto de invertirlos. La perversión, sin ser una

categoría diagnóstica, incluye una serie de síntomas, para algunos, mecanismos

mentales, que operan bajo el principio de la no contradicción o «significaciones

opuestas que conviven sin excluirse» (Talavera, 2017, p. 362). En este sentido, se trata

mas bien de una estructura cognitiva emotiva lingüística o «figura discursiva (…) una

construcción del lenguaje» (Ibid), conformada por mecanismos intrapsíquicos de

desplazamiento y condensación como la denegación o repudio: «se que está mal, pero lo

hago». La perversión pone por encima de todo el principio del placer,

independientemente de si se puede hacer o no. Es un sistema de pensamiento que no

admite límite para el deseo. Lo perverso es la satisfacción del deseo por encima de todo.

La perversión, circunscrita «erróneamente» al ámbito sexual, ha sido «dulcificada»,

«edulcorada», bautizándola como parafilia, esto es, «La excitación por la respuesta a

objetos y situaciones sexuales que no forman parte de los patrones normativos de

excitación-actividad y que en diversos grados pueden interferir en la capacidad para

una actividad sexual basada en la reciprocidad y en el afecto» (Welldon, 2014, p. 76).

La condición perversa de la sexualidad está en la objetivización, es decir, la utilización

de la otra persona no como individuo, sino como un medio para un fin. La otra persona

es percibida como objeto, la menos parcial. Stoller menciona el odio erótico, es decir

que «en el centro del acto perverso se halla el deseo de herir a otros» (Stoller en

Welldon, 2014, p. 75).

A continuación, se expondrán y desarrollarán una serie de rasgos psicodinámicos y

fenomenológicos que describen específicamente la perversión. Welldon (Ibid) nos dirá

que para una valoración diagnóstica certera, «al menos cuatro de estas características

deberían estar presentes:» (p. 81).

1) Encapsulamiento una especie de «disociación consciente» puesto que la persona sabe

que está haciendo mal o daño y sigue haciéndolo pero de manera oculta.

2) Compulsión a la repetición: es la repetición del acto por necesidad imperiosa,

irrefrenable o incontrolable.

1 Término utilizado por la psiquiatría clásica, la psicopatología y la sexología para

11

3) Participación del cuerpo: tiene que haber conducta perversa, no solo pensamiento o

fantasía.

4) Relación de objeto parcial: Solo interesa el objeto parcial, no el total. Solo interesan

trozos del cuerpo o el cuerpo, no la persona.

5) Interferencia emocional: es mezclar el odio en el amor. No se hace el amor, se hace el

odio.

6) Deshumanización del objeto: cosificarlo. Quitarle su condición humana y cultural,

acercándolo al mundo animal y objetal.

7) Sexualización

Este fenómeno ocurre cuando los valores de una persona están directamente

relacionados con su atracción y conducta sexual, dejando de lado otras características

personales, es decir, la persona siente que vale a los ojos de los demás sólo por sus

atributos físicos y por su capacidad de atraer sexualmente a otros.

8) El significado simbólico escapa a la conciencia. La persona puede ser consciente de

su compulsión pero no saber porqué o para qué o el origen.

9) Inscripción fija: La rigidez cognitiva autoritaria de que “las cosas tienen que ser así y

solo así”, siempre igual. Nada debe cambiar. Siempre ha sido así y siempre seguirá así.

Ejemplos de este tipo de “ideas fijas” son los delirios y las obsesiones.

10) Hostilidad: Es la agresividad y violencia. Un tipo de hostilidad inconsciente porque

no sabe a quién odia y de quién se quiere vengar. Esta hostilidad incluye la humillación.

11) Temores extremos a sentirse atrapado o invadido.

12) Necesidad de tener el control total.

13) Engaño con el matiz de vivir como si fuese otro, la filosofía del impostor. Un falso

yo, un yo disfrazado.

14) La habitual separación entre los asuntos de la vida pública y la privada aparece

mezclados en forma de escándalos.

15) Correr riesgos. Irresistible atracción hacia situaciones de riesgo que ponen en

peligro vidas.

16) Incapacidad para el duelo.

17) Defensa maniaca contra la depresión» (Welldon, 2014, pp. 81-83).

Todos estos rasgos se evidencian perfectamente en la mente patriarcal, así como en una

de sus instituciones, la prostitución. Veamos cómo.

El pensamiento encapsulado en la prostitución se evidencia en la división de la mujer en

puta, mala y virgen, buena. Esta visión encapsulada, tiene que ver con la propia

concepción masculina en sí misma ya disociada. Gran parte de la carencia masculina de

habilidades sociales es consecuencia directa de esta disociación con el cuerpo, con las

emociones, con la expresión afectiva, asociado todo ello a la feminidad. Tengamos en

cuenta que la identidad masculina se define por oposición y rechazo incluso, a la

12

femenina. No debe haber ningún indicio de feminidad en la masculinidad. En este

sentido, también es fundamental para el universo masculino desligar el sexo de

cualquier vínculo emocional, para lo cual la prostitución es perfecta. La masculinidad

patriarcal induce al odio de lo femenino. No solamente la falta de habilidades sociales o

de inteligencia emocional, sino el alejamiento del mundo femenino hace que los

hombres desconozcan a las mujeres, lo que les llevará al miedo y al rechazo, cuando no

al odio. De ahí, la asociación ideológica de la mujer a lo demoníaco, la brujería. La

inquisición como feminicidio representa un ejemplo de ello. Pero en general, son

muchos los hombres que perciben en la mujer una amenaza, un ataque a su virilidad. Y

por extension, la igualdad es percibida como una amenaza ya que, al identificarse con

valores masculinos, si desaparecen estos, desaparecen ellos como hombres. De ahí, la

crisis de identidad masculina. Y de ahí, gran parte de la violencia de género, como

reacción defensiva a su proyectada aniquilación. En la prostitución, la mujer es

objetivizada y representa un medio para un fin: la adquisición identitaria.

En lo referente a la compulsión a la repetición, debemos entender que la prostitución

plantea la sexualidad masculina como una necesidad imperiosa que debe ser satisfecha.

La sexualidad masculina es planteada como un derecho, una exigencia inmediata.

«Dichos mitos implican que un hombre, si se le provoca, no puede resistirse y tiene que

agredir a la mujer. Lo que quiere decir que su deseo sexual o como la mayor parte de

la gente lo define, su instinto sexual, necesita de una satisfacción inmediata» (Mies,

2019, p. 302). Todo hombre debe tener acceso al cuerpo de una mujer. Y este acceso

debe ser compulsivamente repetido dentro o fuera de la prostitución. Por supuesto, el

paradigma de la compulsión al sexo, lo tenemos en la adicción al sexo,

fundamentalmente masculina. Y en la pornografía.

En cuanto a los criterios de participación del cuerpo, relación de objeto parcial y

deshumanización del objeto, decir, que en la prostitución no interesa la mujer en tanto

que sujeto libre y sexuado. Interesa solamente el cuerpo de la mujer. Pero, en muchos

casos, tampoco el cuerpo globalizado, sino solo partes de este. A veces incluso, solo los

agujeros. No basta la fantasía masturbatoria.

Relativo al criterio de deshumanización y cosificación del objeto, en este caso, el cuerpo

de la mujer, diremos que el mundo de la prostitución funciona de acuerdo a los valores

simbólicos que el mundo social aplica a la mujer, es decir, desde una perspectiva

masculina que otorga a los hombres y mujeres distintos significados. A la mujer, de

objeto sexual. La cosificación también va en la equiparación de la mujer a una

mercancía. Y la relación en general de la mujer a la economía, incluso cuando se la

considera como una carga económica. O como cuando algunos prostituidores aducen

utilizar la prostitución para ahorrarse el dinero de tener que salir y gastarlo para seducir

y conquistar. Con la prostitución se ahorran, dicen. En otras palabas, las mujeres les

salimos muy caras. Y a esa parte de la economía también se aduce en los divorcios.

Muchos hombres, conciben la pensión alimentaria como un pago a la mujer, no a la

descedecia. Muchos de ellos se escaquean de pagar y de reconocer que el desarrollo del

bienestar económico de muchos hombres, se ha hecho a costa del sacrificio profesional

y económico de las mujeres.

En cuanto al criterio de hostilidad, se ha establecido una relación entre prostitución y

misoginia (Segato, 2010). Ese odio a la mujer y al mundo femenino que se expresa en

su dominación, denigración, humillación y desvalorización de la cual, la prostitución es

una de las múltiples formas de expresión. La hostilidad, agresividad y violencia se

13

ponen de manifiesto de manera transversal en esta práctica, no solamente por el hecho

de que la prostitución incluye muchísimas veces violencia directa, llegando incluso

hasta el feminicidio. En esta violencia directa incluimos las violaciones, la trata, los

abusos, los matrimonios «concertados», el maltrato, las humillaciones, las vejaciones,

las amenazas, la intimidación. Además, la prostitución se enraíza en la violencia

estructural, particularmente, económica, es decir, que la prostitución existe en gran

medida porque se ha sometido a las mujeres a una desigualdad económica y a una

pobreza, en muchos casos extrema. La violencia simbólica hacia la mujer en la

prostitución se pone en evidencia en la concepción masculina que se tiene de

servidumbre y esclavitud. Se sabe por algunos estudios sobre la motivación masculina

en la prostitución, que dicha práctica es una estrategia de refuerzo de una masculinidad,

esto es, una identidad ambigua y ambivalente, profundamente contradictoria, entre la

dependencia –hacia la mujer– instrumental masculina y la independencia o dependencia

contrafóbica afectivo-emocional (Ranea, 2012).

Aunque no se ha hallado perfiles socioeconómicos en los prostituidores, si se han

hallado categorías discursivas, no necesariamente excluyentes (Gómez-Suárez y

Verdugo-Matés, 2015). Varias de estas categorías hacen referencia a la interferencia

emocional, a esa especie de ambivalencia amor-odio en la relación con las mujeres. Así,

en muchos prostituidores existen dificultades de socialización con el otro sexo y con la

gente en general. También hay una desconfianza en la mujer, un cierto temor que en

algunos se exacerba en odio.

Sobre el control total, ni que decir tiene que el patriarcado ha designado un lugar y un

espacio muy concreto para la mujer con el fin d controlarla. Lugares y espacios de los

cuales la mujer no debe salir ni puede en muchísimos casos-, a saber hogar

(matrimonio), calle o prostíbulo (prostitución), el ámbito privado o doméstico. En los

casos en los que puede salirse, el precio a pagar es el castigo en sus múltiples formas.

La perversión en la masculinidad patriarcal, esa exageración o hiperbolización de las

«cualidades masculinas», encuentra su máxima representación en el macho alfa. No

obstante, la perversión masculina afecta igualmente a la mujer. Así, tenemos esa

exageración hiperbólica de lo que debiera ser la mujer: joven, bella, seductora, sumisa,

complaciente y dispuesta a aumentar el ego y autoestima masculina a través de su

cuerpo y su actitud. O a la carta, como en la pornografía. El paradigma femenino de la

sumisión se encuentra en la prostitución encarnado por la imposibilidad de decir no. La

perversión masculina está también en que justamente la prostitución no es una cuestión

sexual sino de dominación. Si la satisfacción sexual masculina fuera una necesidad

imperiosa bastaría con la masturbación como práctica. La perversión de «lo femenino»

también se encuentra en otra institución como el matrimonio, para el cual se pervirtió el

significado del amor, de manera a seducir a la mujer, aumentando así su docilidad y

sumisión. Pero este es otro menester.

En la psiquiatría clásica los conceptos de psicopatía y perversión significaban lo mismo.

Hoy se dice que hay solapamiento en ambos conceptos. Si podemos considerar la

psicopatía como una de las figuras de la perversidad actual. Y también que la perversión

sexual está englobada como criterio diagnóstico en la psicopatía.

14

CARACTERÍSTIAS DE LA PSICOPATÍA

Uno de los rasgos distintivos de la psicopatía es la cosificación que consiste en quitarle

el rango de persona al otro, descalificarlo, minimizarlo hasta vivenciarlo como una cosa.

La cosificación es quitar los atributos que hacen del otro una persona semejante

(Marietán, 2008). Las demás personas para la persona psicópata son cosas a ser

utilizadas para sus propósitos. Una de las maneras de quitar el rango de humano es

deshumanizarlo y para ello, se le atribuye rasgos naturales, comunes a los animales; se

les aleja de la cultura, es decir, se les despoja de rasgos específicamente humanos. Una

cosificación con impunidad afectiva, es decir, sin costes afectivos. Hugo Marietán (Ibid)

define la psicopatía como «una manera de ser con necesidades distintas y formas

atípicas de satisfacerlas» (p. 98). No obstante, reconoce que se puede adoctrinar a

personas comunes para lograr que cosifiquen a otros. Este proceso se da en las guerras,

en las dictaduras, entre otros contextos.

El psicópata tiene un estilo propio, una manera de hacer repetitiva psicopática, un

patrón singular de actuación. Veamos algunos de los rasgos descriptores más

frecuentes:

«A.- Satisfacción de necesidades distintas

A.1.- Uso particular de la libertad

Al igual que un señor feudal, tiene derecho sobre sus siervos. Puede hacer lo que quiera

porque “todo es posible”. Tener poderes hacer y tener impunidad.

A.1.a).- Intolerancia a los impedimentos

A.2. Creación de códigos propios

A.2.a). Sorteo de las normas

Estas están para saltárselas. Son un obstáculo a las ambiciones.

Se ajusta el comportamiento a su propia ley, determinando lo que está bien y lo que está

mal.

A.2.b) Falta de remordimientos y de culpa

A.2.c) Intolerancia a las frustraciones y reacciones de descompensación

A.2.d) Defensa aloplástica: colocar la responsabilidad de los resultados desfavorables

en los otros y en el entorno, para evitar las consecuencias y asumir su participación en

ellos.

A.2.e) Autocastigo: estar sin comer todo el día.

A.3. Repetición de patrones conductuales

A.3.a) Ritos y ceremonias

A.3.b) Sello psicopático

15

A.4. Necesidad de estímulos intensos

A.4.a) Asunción de conductas riesgosas

A.4.b) Tendencia al aburrimiento

A.4.c) Escasos proyectos a largo plazo: viven el presente con desprecio del pasado e

indiferencia hacia el futuro.

A.4.d) Uso de drogas

A.4.e) Búsqueda de emociones intensas

A.4.f) Satisfacción sexual perversa

A.4.g) Aspecto lúdico: la persona psicópata es un apostador. Apuesta que “se saldrá con

la suya”. Juega a “que no va a pasar nada”

B. Cosificación

B.1. Egocentrismo

Solo trabajan para sí.

B.1.a) Sobrevaloración

Hipervaloran su potencial para conseguir cosas, llegando hasta la megalomanía.

B.2. Empatía utilitaria

Habilidad para saber y captar las necesidades de los demás. No es una empatía

emocional sino intelectual, cognitiva. Es una mirada en el interior de la cosa, el otro,

para saber sus debilidades y obrar a partir de ellas manipulando

B.3. Manipulación

Manejo de otra persona para que actúe de acuerdo a la voluntad de la persona psicópata.

Para ello hay que captar y seducir.

B.3.a) Seducción

B.3.b) Mentiras

B.3.c) Actuación: como un actor, miente con el cuerpo.

B.3.d) Fascinación

B.3.e) Coerción

El medio por antonomasia para ejercerla es la amenaza ya sea física o psicológica.

Utilizan el miedo de las personas. Lo explotan hasta doblegar.

B.4. Parasitismo

Es vivir a costa de los demás. El otro es su medio de subsistencia.

B.5. Relaciones utilitarias

16

Relaciones mercantilistas

B.6. Insensibilidad

B.6.a) Crueldad

B.6.b) Tolerancia a situaciones de tensión

C. Acto psicopático grave

C.1. Tormenta psicopática

C.1.a) Homicidio

C.1.b) Masacre

C.1.c) Violaciones y asesinatos en series

C.1. d) Otros actos asociales graves

C.2. Perversiones sexuales

C.2.a) Parafilias

Patrón de comportamiento sexual cuya fuente de placer son objetos, situaciones,

actividades o sujetos «atípicos». Ejemplos: fetichismo, pedofilia, gerontofilia,

exhibicionismo, frotismo, masoquismo, sadismo, voyeurismo, travestismo, necrofilia,

zoofilia, hipnofilia, misofilia, urofilia, asfixiofilia, coprofilia, salirofilia, alorgasmia,

autonepiofilia, corefalismo, cyesolagnia, morfofilia, xenofilia, etc.

C.2.b) Incesto» (Marietán, 2008, pp. 99-100)

Según las investigaciones, «la psicopatía se compone de dos tipos de constelaciones de

rasgos (o dimensiones). La primera incluye el área emocional o interpersonal, es decir,

todos aquellos atributos personales que hace que el sujeto psicópata se desentienda de

su componente más básicamente humano» (Garrido, 2000, p. 34): la bondad, la

compasión, la empatía, el amor, la capacidad de apego o de vinculación, la culpa, el

remordimiento. Y «la segunda constelación de rasgos remite a un estilo de vida

antisocial, agresivo, donde lo importante es sentir tensión, excitación, sin más

horizonte que el actuar impulsivo y dictado por el capricho y los arrebatos» (Ibid).

La psicopatía representa la razón sin emoción; la indiferencia afectiva. Hay un déficit

integracional entre emoción y pensamiento. Cleckley (1988) lo denomino «afasia

semántica» para indicar que este tipo de personas utilizan perfectamente el lenguaje

pero este «no representa o expresa nada significativo» (Garrido, 2000, p. 80). La falla

parece estar en la integración y apreciación de la experiencia. No asimila la información

emocional proveniente del mundo. Estas personas utilizan el lenguaje sin comprender

realmente el significado. Son personas que actúan miméticamente. Simulan la realidad.

No aprenden de ella. Tanto su lenguaje como su comportamiento revelan dos profundas

disociaciones: a) la falta de experiencia emocional, es decir, el sentimiento está

disociado del razonamiento b) su juicio está disociado de su conducta (Ibid). La

psicopatía fundamentalmente es un desorden de personalidad que afecta al

comportamiento ético y moral (Ibid). Nadie duda de que la psicopatía es una

personalidad anormal.

17

Roberte Hare (2003) describe los siguientes rasgos psicopáticos: autoestima elevada,

megalómania, gran narcisismo, egocentrismo descomunal, sensación de omnipotencia y

omnipresencia: todo le es permitido. Se siente el centro del universo. Se cree un ser

superior que debe regirse por sus propias normas. Arrogante, dominante, seguro de sí

mismo. Busca poder y controlar a los demás. Incapaz de entender opiniones diferentes a

las suyas. Ninguna empatía ni preocupación por los demás. Justifica y explica todos sus

actos y niegan cualquier responsabilidad de sus actos. No sienten nada. Vacuidad.

Ausencia de afectividad. Se habla de protoemociones: respuestas primitivas ante

necesidades inmediatas. Déficit en el control de su impulsividad, falta de autocontrol,

escasa o nula tolerancia la frustración, no tolera las criticas, es reactivo.

Todos los autores expertos en el tema coinciden en que la personalidad psicopática

realmente no es estrictamente criminal. Se caracteriza fundamentalmente por los delitos

de cuello blanco. Y este tipo de persona predomina en nichos muy particulares

próximos al poder y al dinero. Nichos favoritos: empresariado, adjudicatura, política,

periodismo, todo lo relacionado con lo militar, religiones (sectas) (Ronson, 2017).

La psicopatía representa la encarnación de la maldad por excelencia, entendida ésta

como conductas que, de manera intencionada causan daño severo y sufrimiento. «De

forma genérica se describe como “el daño intencional, planeado y moralmente

injustificado que se causa a otras personas, de tal modo que denigra, deshumaniza,

daña, destruye, mata a personas inocentes”» (Baumeister, 2000, 2012; Darley, 1992;

Miller, 2004; Staub, 1989; Waller, 2002; Zimbardo, 1995, 2004, citados en Quiles del

Castillo y al, 2014, p. 23). La psicopatía se caracteriza por una capacidad de violencia

que puede surgir de modo banal en cualquier momento. Banalidad por la falta de

objetivo y su gratuidad. Lo que se (le) antoja en cada momento.

La deshumanización femenina, es decir, la animalización y naturalización de la fémina

por el patriarcado es harto conocida. Su fin, parece ser fundamentalmente extractivo. En

este contexto cultural, la sexualidad además de tener una dimensión social y política,

también tiene una dimensión económica (Herrera, 2010). La dimensión económica en la

sexualidad femenina sigue la lógica de intercambio de sexo por recursos, de tal manera

que entre la mujer prostituta y la no prostituida no habría sino una diferencia de grado

(Barash y Lipton, 2003). Idea ya apuntalada por, entre otras autoras, Simone de

Beauvoir (2005), para la cual la casi inexistente diferencia radica en la concepción del

acto sexual como un servicio. Si bien, en este particular sentido, el patriarcado ensalza

algunos de los rasgos psicopáticos mencionados, en particular la cosificación, la mente

patriarcal que construye la masculinidad, particularmente la que se define en la

prostitución, tiene muchas de las dimensiones o criterios psicopáticos (Cluster B).

Desde el lado del prostituidor, es decir, del hombre que demanda prostitución, destacan

argumentos que concuerdan con la cosificación, la falta de empatía emocional. Otros

argumentos dados por los prostituidores coinciden con rasgos se encuentran dentro del

descritpor «A. Satisfacción de necesidades distintas» como la falta de remordimientos,

intolerancia a las frustraciones, defensa aloplástica, autocastigo, tendencia al

aburrimiento, búsqueda de emociones intensas, satisfacción sexual perversa, aspecto

lúdico y en casos, repetición de patrones conductuales. En algunos prostituidores en

particular, además, se añadirán la satisfacción de necesidades especiales, necesidad de

estímulos intensos, las parafilias, sobre todo la pederastia. Quizás por ello, no se

encuentre un perfil socioeconómico en los prostituidores, aunque si se podría encontrar

un perfil antisocial o rasgos psicopáticos si se estudia a fondo los discursos vehiculados,

entre otras variables.

18

Del lado del proxenetismo y la industria del sexo, se observa claramente el rasgo «C.

Acto psicopático grave», además del rasgo «A. la satisfacción de necesidades

especiales» y «B. cosificación», destacando el parasitismo, las relaciones utilitarias y la

insensibilidad. En este ámbito criminal de la prostitución destacan prácticamente todos

los rasgos de la psicopatía (Clusters A, B y C).

PSICOPATÍA: ¿SE NACE O SE HACE?

Si bien la mayor parte de especialistas en psicopatía coinciden en que esta no se hace,

sino que nace, es decir, no hay un medio que lo genere. «(…) no hay un entrenamiento

para lograr una mente psicopática» (Marietán, 2008, p. 98). Se trata de una mente con

«necesidades especiales y formas atípicas de satisfacerlas» (Ibid). Esto es, hay

individuos que operan al margen de la influencia y el control social de su grupo de

referencia y cuya manera de actuar es el interés propio y para cuyo actuar, los demás,

son meros instrumentos para conseguir el fin. Para estos individuos, el fin justifica los

medios, de tal manera que si algo puede hacerse, debe hacerse imperativamente. Se trata

de una moral teleológica finalista que «da cuenta de la transformación perversa de

muchos seres humanos en psicópatas funcionales». (Piñuel, 2008, p 147). Así pues,

tenemos a personas que nacen psicópatas. Personas sin responsabilidad moral, sin

conciencia sobre las decisiones que adoptan. Personas que buscan el poder y que llegan

a la cúpula de la política, la economía, de organizaciones poderosas.

No obstante, también son los mismos especialistas los que han ido cerciorándose –a

tenor de los hechos– de que la cultura puede ser un caldo de cultivo para el desarrollo de

dicha patología. Es decir, que el sustrato biológico de esta patología no es incompatible

con su transmisión cultural. Hugo Marietán (2008) reconocerá que, si bien «el psicópata

es un cosificador nato, sin embargo, se puede adoctrinar a personas comunes y lograr

que cosifiquen a otros, que le quiten los atributos de persona» (p. 210). Este autor

explica la diferencia entre la cosificación psicopática y la cosificación en la persona

común. Así para la persona común «debe tener como incentivo un hecho externo

desencadenante y perturbador» (Ibid, p. 211). También añade como factor que la

cosificación debe llevarse «de manera consencuada al menos por el grupo de

pertenencia y buscando un objetivo común» (Ibid). Esto ocurre en las violaciones en

manadas.

Robert Hare (2003) nos dirá que en realidad se trata de una combinación: por un lado, la

sociedad es cada vez más tolerante con la personalidad psicopática, de tal manera que la

conducta de la persona psicópata puede volverse más normativa.

Piñuel (2008) afirma que es posible que personas comunes se transformen en seres

desalmados y psicópatas. Porque desde el momento en que un ser humano puede ser

una mercancía o instrumento para otro, es decir, un mero recurso, se están sentando o ya

se han sentado las bases para socializar a las personas normales en una cultura psicópata

y perversa. Esto es lo inquietante.

19

La religión económica sacrificial que es el capitalismo transforma personas comunes, en

seres con rasgos psicopáticos, es decir, en individuos cuyos comportamientos exhiben

características del hacer cosificador psicópata. Por poner un ejemplo muy frecuente, en

las redes sociales es muy común que muchas personas utilicen la seducción, la

captación, la manipulación y la mentira para obtener sexo. Un hacer cosificador

caracterizado por la «racionalidad instrumental», una lógica amoral, una cosificación,

un uso particular de la libertad, una intolerancia a los impedimentos, una falta de

remordimiento y de culpa, una intolerancia a las frustraciones y reacciones de

descompensación además de una defensa aloplástica; una marcada necesidad de

estímulos intensos y gusto por el riesgo; con gran capacidad de manipulación, empatía

utilitaria además de egocentrismo. Muchos son sujetos no psicópatas que han aprendido

normas psicopáticas, de tal manera que terminan «desarrollando un estilo de vida muy

cercano al de un psicópata. Pero se trataría de una psicopatía creada por una cultura

que, en muchos sentidos, desarrolla en los sujetos la crueldad y el crimen como forma

de vida» (Garrido, 2000, p. 16). Y esto pasa justamente con la prostitución. Hay

muchísimas personas que aceptan, ven normal y digno de regularse; que ven normal,

saludable y deseable que el cuerpo (o trozos de este) de la mujer específicamente, sea

objeto y mercancía del deseo (de poder) sexual masculino. Esto es lo que se llama

cultura de la prostitución englobada dentro de la cultura neoliberal y patriarcal. En este

caso, el error de atribución, uno de entre muchos sesgos cognitivos que deforman la

percepción de la realidad, justamente, no permite ver o nos hace incapaces de reconocer

que circunstancias situacionales y estructurales puede hacer cometer barbaridades y

comportarse psicopáticamente a personas «normales».

Mecanismos de psicopatización

Uno de los principales mecanismos de transmisión cultural es el proceso de

socialización, proceso mediante el cual el ser humano aprende los valores y

comportamientos en su medio ambiente y los interioriza hasta integrarlos en la

estructura de su personalidad. «Sin duda, es la vía principal de transmisión cultural de

la psicopatía» (Garrido, 2000, p. 94). El otro gran mecanismo de transmisión es la

endoenculturación, «que implica que el sujeto aprende su cultura por estar inmerso en

ella, por experimentarla día a día» (Ibid, p. 95). Además, están los mecanismos más

intrapsíquicos que entran en juego en esta enculturación de gente corriente en la

psicopatía. Uno de los mecanismos por los cuales personas normales pueden convertirse

en psicópata en su hacer es la disonancia cognitiva (Festinger, 1975). Una tensión

generada entre creencias o actitudes y comportamientos contradictorios que se saldará

con, o bien un cambio de comportamiento o bien, un cambio en el sistema de valores y

creencias, de cara a mantener una coherencia interna. Esto es, «dejar que la persona

adopte un modo de vida cuya incongruencia le termina convirtiendo en una continua

justificadora de sus actos, sean cuales sean éstos. La perversión moral consiste en

terminar aclimatando nuestro pensamiento moral a nuestros actos. Si no puedes vivir

de acuerdo con el modo en el que piensas, entonces modifica tu forma de pensar y

empieza a pensar de acuerdo con el modo en el que vives y actúas. Cuanto más

perversas sean las actuaciones, mayor será la disonancia y más rápido el cambio hacia

la moral psicopática (…). Las sectas, las bandas de delincuencia y los regímenes

políticos perversos utilizan este mecanismo de disonancia para estimular a personas

20

normales a practicar actos inmorales y bárbaros, con el objetivo de inducir a sus

adeptos a una posición moral psicopática que les transforme moralmente y les haga

después más manejables» (Piñuel, 2008, p. 148). Iñaqui Piñuel (Ibid) describe otros

mecanismos psicológicos como «la presión situacional o mimetismo grupal» (p. 179),

además de la «trivialización y banalización del mal». Así, se producen modificaciones

estructurales en el hacer de la persona, efecto de una acomodación psicológica

progresiva y paulatina a la maldad a través de una serie de mecanismos como:

1.- Generar máxima indiferencia ante las actuaciones perversas y respecto a sus

víctimas. Piñuel (2008) habla del síndrome de «esto no va conmigo». Una indiferencia

que destruye las redes de solidaridad grupal y de apoyo entre individuos. «Esto no es de

mi competencia».

2.- Generar un estado de enajenación de la responsabilidad moral por el

comportamiento propio y ello, a través de una obediencia a la autoridad. De esta manera,

no hay culpables. Y de haberlos, es la propia víctima; proceso de victimización criminal.

3.- Involucrar a personas a que jueguen determinados roles estipulados por la

organización.

4.- Generar distancia psicológica para con las víctimas.

5.- Generar un estado de temor y paranoia.

6.- Seducir, influenciar a través de un liderazgo carismático. Lavar el cerebro.

7.- Aprendizaje por imitación, emulando modelos.

A su vez hay un proceso progresivo de dimisión ética interior en la gente común. Una

especie de anestesia o insensibilización moral que desemboca en una parálisis moral o

resignación ante lo «inevitable». Martín Seligman (2000) bautizó a este proceso de

incapacitación para defenderse, como «indefensión aprendida». Esto lleva a la

resignación, a la depresión, al bloqueo, a la inacción. Nada se puede hacer con el

mercado, la economía, etc. No hay otro modo de hacer las cosas. Esta resignación

general –renuncia– aplicada al mundo de la prostitución se traduce en creencias como

«es el oficio más antiguo del mundo», «la prostitución existe desde siempre», «la

prostitución existe en todas las sociedades». A nivel económico, la perspectiva

normativa nos dice que los hechos económicos y empresariales tal y como los

conocemos son una realidad inevitable e incluso natural propia de la evolución.

Por otra parte, la visión banal y trivial del mal hunde sus raíces en una «arcaica

cosmovisión religiosa sacrificial acerca del mundo» (Piñuel, 2008, p. 188). Lo que

significa que hacen falta víctimas y recambiar las víctimas, para que el sistema continúe

funcionando y retroalimentarlo. Es lo que se llama el pensamiento único de la religión

económica o capitalismo neoliberal. Es necesario sacrificar seres humanos, además de

animales y otras entidades vivas. Eso si, muchas de esas víctimas son sacrificadas con

su «libre consentimiento» y beneplácito. «Es el precio que hay que pagar». Esto

aplicado a la prostitución dentro del marco económico del neoliberalismo sexual se

traduce en tráfico de mujeres jóvenes para «abastecer el mercado» y responder así «a

una demanda», creada artificialmente, cada vez mayor. La ideología de la prostitución

dice que corresponde al mercado (de mujeres) satisfacer las necesidades sexuales

masculinas, a las cuales el hombre tiene todo su derecho. Por lo tanto las mujeres serán

mercancía de usar y tirar, en algunos casos literalmente.

21

En definitiva, sí se puede adoctrinar en la psicopatía a personas comunes y de hecho se

hace. Este proceso se suele dar en toda guerra y en procesos bárbaros como el

holocausto. Pero también se suele dar en violaciones en grupo y otra serie de actos

bárbaros como la tortura. Sin ceñirnos a la psicopatía criminal, también dicho

pensamiento cosificador se da en la economía y en la política. Este pensamiento

cosificador propio de la psicopatía está en la base de muchas medidas económicas y

políticas que afectan a la población en general en su detrimento para llenar los bolsillos

privados de ciertas personas o entidades como las corporaciones. Lo propio de este

pensamiento cosificador es crear una distancia psicológica y que la relación persona-

persona, se convierta en persona-cosa. La filósofa Sayak Valencia (2010) habla de

«capitalismo gore», «una manifestación descontrolada y contradictoria del proyecto

neoliberal», «heteropatriarcal y masculinista» que genera profundas polarizaciones

económicas, promueve un consumismo compulsivo y utiliza la violencia como forma de

(necro)empoderamiento. Según esta autora, la aspiración consciente o inconsciente para

formar parte de un sector privilegiado hace que surjan subjetividades capitalistas

radicales, «sujetos endriagos» que protagonizan un «agenciamiento perverso», «utilizan

la violencia para enriquecerse y ascender socialmente». «Los sujetos endriagos»,

explica Valencia, «son individuos que, educados para cumplir con las exigencias de la

masculinidad hegemónica, tratan de zafarse de la precariedad estructural a la que

están condenados (…) a través de prácticas ultraviolentas (asesinatos, secuestros,

torturas…) que generan una intensa actividad económica. Una actividad que aunque se

sitúa en los márgenes de la economía legal es fundamental para el funcionamiento de

ésta. Es decir, hacen del ejercicio de la violencia una fuente de ingresos y con ella

consiguen, por un lado, reafirmar su masculinidad y, por otro, abandonar su condición

de sujetos económicamente precarios y pasar a formar parte de los sectores

privilegiados de la población que pueden satisfacer las exigencias hiperconsumistas. A

juicio de Sayak Valencia, la emergencia de estas subjetividades endriagas pone de

manifiesto que en el capitalismo tardío, la vida ya no es importante en sí misma sino

por su valor en el mercado como objeto de intercambio económico»2. En la prostitución

(y pornografía) estas subjetividades endriagas están representadas, entre otras, por los

proxenetas o las personas que se dedican a la trata, entre otras. De esta forma, se

produce una «transvalorización» que «lleva a que lo verdaderamente valioso hoy sea el

poder de hacerse con la decisión de otorgar la muerte a los otros» (Ibid). Este nuevo

necropoder –que se aplica desde esferas inesperadas para los detentadores oficiales del

poder– puede verse como una especie de duplicidad deformada del capitalismo y, al

mismo tiempo, como un fenómeno que refleja la incapacidad del proyecto neoliberal de

generar, en palabras de Mary Pratt, «pertenencia, colectividad y un sentido creíble de

futuro».

Frente a estos patriarcados de coerción, existen los de consentimiento (Puleo, 2005)

para hablar de un tipo de patriarcado, propio de las sociedades desarrolladas, en el que

la coerción deja de ser el método por excelencia utilizado por el poder para seguir las

normas sexo-género, para pasar a un sometimiento voluntario, a través de la incitación

2 Extraído de un resumen del Seminario-encuentro “Movimiento en las bases:

transfeminismos, feminismos queer, despatologización, discursos no binarios”, sesión 3.

http://ayp.unia.es/index.php?option=com_content&task=view&id=649

22

(seducción y fascinación). Como Celia Amorós ya lo explicó, las formas del patriarcado

se van adaptando «a los distintos tipos históricos de organización económica y social,

preservándose en mayor o menor medida, sin embargo, su carácter de sistema de

ejercicio del poder y de distribución del reconocimiento entre los pares.» (Puleo, 2005,

p. 41).

No podemos olvidar que la práctica capitalista hunde sus raíces en el patriarcado,

ideología con rasgos psicópats, aceptada por una inmensa mayoría, por haber sido

socializada en ella hasta el punto de invisibilizar la maldad y pervertirla, convirtiéndola

en bondad.

Cultura psicopática; cultura de la maldad

La psicopatía, moralmente hablando, puede definirse como la idiotez moral y el

psicópata representa el perfecto idiota moral. Vicente Garrido (2010) habla de estupidez

como un desequilibrio entre los intereses personales y los de los demás. Estúpida puede

calificarse a la persona que maximiza el interés personal propio, «eligiendo metas que

vulneran los derechos de los demás, siendo un tipo egocéntrico y cruel, en suma

viviendo en contra de los valores como la justicia o la compasión» (p. 130). Desde esta

perspectiva, los psicópatas son estúpidos; estúpidos morales puesto que su

comportamiento «es el contrario al que dicta la sabiduría: no persiguen actuar

siguiendo un equilibrio entre lo que yo deseo y lo que los demás desean, sino que su

meta es, al contrario, anular a los otros para sentirse bien ellos» (Ibid). Psicopatía,

idiotez moral e irracionalidad van de la mano. Es el fracaso de la inteligencia (Marina,

2016). Fracasos de la inteligencia son, entre otros, el dogmatismo, el prejuicio, el

fanatismo3. Si la inteligencia es «la capacidad de un sujeto para dirigir su

comportamiento» (Ibid, p. 16), la razón no sirve, puesto que ésta es instrumental y «no

puede seleccionar nuestras metas finales» (p. 24). Una inteligencia inteligente tiene en

cuenta los marcos. Existen marcos irracionales como la guerra. Estos trazos forman

parte de la personalidad autoritaria (Adorno y col. 1959).

La ética y la moral forman parte del uso racional de la inteligencia. En consecuencia, el

actuar sin ellas, constituye todo un fracaso. La inteligencia no concierne estrictamente

lo intelectual sino que «La verdadera inteligencia (…) es una mezcla de conocimiento y

afecto» (Marina, 2016, p. 54). La estupidez tiene que ver con la pobreza afectiva. No

hay una inteligencia cognitiva y otra emocional. En este sentido, confundir los afectos

es uno de los principales fracasos de la inteligencia. Pero vivir sin estos resulta

realmente estúpido y conduce invariablemente al fracaso.

Un aspecto fundamental de nuestra inteligencia es el lingüístico, es decir que «nuestra

inteligencia es estructuralmente lingüística» (Ibid, p. 78). Y «nuestra conciencia se teje

con palabras» (Ibid). Por lo tanto nuestra inteligencia, nuestra razón, la racionalidad

humana es fundamentalmente narrativa, no numérica. La falta de palabra, la

imposibilidad de nombrar, de hablar, el silencio, enferma. De hecho, existen numerosas

pruebas entre las dificultades lingüísticas y la violencia. La inteligencia es

3«Incapacidad de aprender de la experiencia» (Ibid, p. 41), por otra parte, muy propia

de la psicopatía.

23

fundamentalmente dialógica y social. Todo lo que tenga que ver con lo humano es

social antes que individual. «La mente individual es en realidad “social”, en su génesis

y en su funcionamiento» (Ibid, p. 82) y «la conciencia (…) aparece entonces como una

forma de contacto social con uno mismo» (Ibid, p. 83). Por ello, todo lo que sitúe al ser

humano fuera de su condición social, será estúpido, es decir un fracaso inteligente, una

irracionalidad, además de psicopático.

El patriarcado constituye un marco dentro del cual se definen los géneros y sus

comportamientos. No tener en cuenta los mecanismo de género, o lo que es lo mismo,

someterse a ellos sin cuestionamiento, representa un fracaso de la inteligencia porque

significa funcionar sin tener en cuenta que las diferencias culturales imponen también

mecanismos lingüísticos (y de significados) diferentes según el género. Por ello, no

tener en cuenta este marco cultural y simbólico desemboca en estupidez, irracionalidad,

autoritarismo, fanatismo y prejuicio, generando graves daños y perjuicios.

La idiotez moral nos dirá Bilbeny (1995) parece constituir el mal de nuestros tiempos,

una apatía moral que se concreta en la insensibilidad, en el exterminio del alma humana,

en su deshumanización. Para este autor está claro, el máximo exponente de la idiotez es

la persona del psicópata; un «ser errático», «profundamente antisocial». Este es

realmente el mal: la idiotez moral. Una apatía moral, una idiotez fomentada. El sistema

económico neoliberal necesita idiotas morales, «personas» que no piensen, no sientan,

personas desafectadas, con falta de empatía, egocéntricas y con poco sentido de la

responsabilidad y de culpa. Este es el espíritu de nuestro tiempo: idiotez, amoralidad,

estupidez, irracionalidad, inteligencia fracasada. De alguna manera Goya tenía razón

cuando dijo que «el sueño de la razón produce monstruos». Así pues, la psicopatía

parece haberse convertido en el «espíritu de nuestro tiempo» (Alan Harrington, citado

en Garrido, 2000, p. 85). Y constituye «un enorme problema social» (Garrido, 2017, p.

19). «Si cada época tiene una personalidad modal, funcional a su fase propia de

relaciones económicas (…) la estructura psicopática se presenta hoy como la

personalidad modal. La personalidad psicopática se presenta hoy como la estructura

de personalidad mejor equipada para operar de forma funcional en la orden de la fase

apocalíptica del capital» (Segato, 2016, p. 101). En este mismo sentido, «… una

cultura psicopática puede favorecer el desarrollo de estructuras nerviosas (biológicas)

más predispuestas hacia la explotación y la insensibilidad hacia los demás» (Garrido,

2000 p. 96).

La psicopatía, nos dicen las personas expertas, no es necesariamente criminal sino

«integrada» o «cotidiana». Al contrario, la mayor parte de personas psicópatas no se

dedican al crimen: «otras muchas personas son psicópatas y no se dedican al crimen»

(Garrido, 2000, p. 12). Se «adaptan» a diferentes circunstancias, se camuflan,

manipulan y desacreditan las instituciones públicas y privadas; socavan la confianza de

las personas y son capaces de tomar decisiones que perjudican a muchas personas,

desoyendo las necesidades de los demás. Estas personas «Constituyen uno de los

mayores desafíos que tiene la humanidad del siglo XXI» (Garrido, 2000, p. 12).

¿Porqué? Porque el medio social puede ser de vital importancia para inhibir este

fenómeno o para fomentarlo. De tal manera que actualmente para muchos autores,

estamos ante una sociedad psicopática. «Problemas» como la guerra, el crimen, las

drogas, la contaminación, los genocidios, la prostitución, la pornografía, la violencia,

entre otros, son fruto de una cultura psicópata. «El perfil psicopático, su ineptitud para

transformar el derrame hormonal en emoción y afecto, su necesidad de ampliar

constantemente el estímulo para alcanzar su efecto, su estructura definitivamente no-

24

vincular, su piel insensible al dolor propio y, consecuentemente y más aún, al dolor

ajeno, su enajenación, encapsulamiento, desarraigo de paisajes propios y lazos

colectivos, la relación instrumental cosificada con los otros… parece lo indispensable

para funcionar adecuadamente en una economía pautada al extremo por la

deshumanización y la ausencia de límites para el abordaje de rapiña sobre cuerpos y

territorios, dejando solo restos» (Segato, 2016, p. 102).

Ahora bien, todos estos problemas existen no solo porque hay personas psicópatas, sino

porque muchas personas comunes han adoptado formas psicopáticas de relación con los

demás. De ahí que creamos que la calidad de vida de nuestra especie, pase por luchar

contra la extensión de la psicopatía (Garrido, 2017). Las «normas psicopáticas» se

aprenden. Muchas personas sucumben a la presión de una vida en donde la violencia se

extiende, adoptando un estilo de vida cercano al de un psicópata. Por lo tanto, por un

lado tenemos a aquellas personas psicópatas caracterizadas por un estilo de vida

antisocial, para lo cual no les hace falta camuflarse. Son criminales. Duros, egocéntricos

y violentos. Pero tenemos otras dos categorías, una, aquellas personas psicópatas

delincuentes pero que se camuflan como personas respetables. Asesinos sexuales que

trabajan 8 horas, maltratadores de esposas e infantes que asisten a reuniones de padres.

Policías que manejan trata de blancas. Jueces que cometen los delitos que juzgan.

Industriales y banqueros que siembran la desesperación en la economía, que hunden

empresas, bancos, etc. Líderes de sectas. Proxenetas que reclaman ser respetados como

empresarios. Esta categoría también está compuesta por políticos y hombres de estado

psicópatas, asesinos, criminales de guerra, militares, responsables de asesinatos en masa,

genocidios, años de miseria (Garrido, 2017). Todas estas personas tienen una doble vida.

Otra categoría de personas psicópatas es la no delincuente técnicamente pero que en

relación con los demás, exhibe todas las características de poder, dominio y humillación.

Personas que hacen mobbing, que acosan, psicópatas familiares que arruinan familias

enteras, que estafan, falsifican. Se conocen como personas «psicópatas integradas o

cotidianas»».

La cultura patriarcal neoliberal se caracteriza por la erosión de la ética y la moral.

Domina la violencia y la barbarie en todas sus diferentes manifestaciones, porque se ha

convertido en formas de negocio, de hacer dinero. El bien individual, particularmente el

de una élite parasitaria, no productiva y apropiadora, prima sobre el bien común. La

esclavitud, disfrazada y pervertida por la noción de contrato, consenso y libre mercado,

parece la forma de vincularse más característica en el sistema. Una sociedad

caracterizada por la anomía, el cinismo, el individualismo. En este contexto la

personalidad psicopática parece la más adaptativa (Garrido, 2000). Desde luego,

valorizada. Se trata de evitar necesitar e interdepender de otras personas, de desarrollar

una indiferencia suficiente para despreocuparnos. «El siglo XX ha descubierto que la

maldad es cosa de pura rutina, para lo cual sólo hay que anestesiar el sentimiento»

(Bilbeny, 1993, p. 57). Se trata de una cultura que cultiva el narcisismo, rasgo de la

psicopatía, de un modo desaforado.

Si bien las personas psicópatas han existido en todas las culturas, su prevalencia

(distribución) es diferente, lo que prueba el impacto de la cultura en el desarrollo o

inhibición de dicha patología.

25

EL MACHISMO COMO PATOLOGÍA: LA PROSTITUCIÓN, PERVERSIÓN QUE

CONFIRMA Y CONFORMA LA MENTE PATRIARCAL

La socialización en la masculinidad patriarcal parece más bien ser una socialización con

rasgos psicopáticos cuyo eje central o epicentro está en la violencia moral de la

cosificacióon. Y ello puede afirmarse así, porque «está atravesada por la normalización

de la crueldad y la brutalidad, a través de la anulación de la empatía hacia los/as

otros/as.» (Ranea, 2019, p. s69). El mandato de la masculinidad es «Esa “formación”

del hombre, que lo conduce a una estructura de la personalidad de tipo psicopático –en

el sentido de instalar una capacidad vincular muy limitada- está fuertemente asociada y

fácilmente se transpone a la formación militar: mostrar y demostrar que se tiene “la

piel gruesa”, encallecida, desensitizada, que se ha sido capaz de abolir dentro de sí la

vulnerabilidad que llamamos “compasión” y, por lo tanto, que se es capaz de cometer

actos crueles con muy baja sensibilidad a sus efectos. Todo esto forma parte de la

historia de la masculinidad» (Segato, 2018, pp. 47-48). Lo que hace psicopática y

estúpida a la masculinidad patriarcal es fundamentalmente el aprendizaje de la

insensibilidad: «Aprender a no sentir, aprender a no reconocer el dolor propio o ajeno,

desensitizar-se (…) forjan la personalidad de estructura psicopática funcional a esta

fase histórica y apocalíptica del capital» (Ibid, p. 81). Los hombres particularmente a

través del patriarcado, no están enculturados o socializados en el amor, la solidaridad, el

cuidado, el bien común, la compasión, sino en el odio, la guerra, el conflicto, la tensión,

la violencia, la hostilidad. El amor no es el centro de sus vidas. Deben renegar de su

afectividad, es decir, deben mutilarse emocionalmente: no expresar, ni sentir valores

como la ternura, la compasión, el cariño, el amor, la fragilidad. La violencia es un valor

en la identidad masculina: «La agresión de los machos de nuestra especie ha militado

contra una cultura tierna» (Ibid).

La Asociación americana de psicología reconoce la existencia de una forma ideológica

de masculinidad cimentada en la homofobia y la misoginia además de en prácticas

violentas físicas y sexuales (APA, 2018).

El machismo o mente patriarcal que diría Claudio Naranjo (2018), es un tipo de locura

estándar que ha llegado a considerarse en tanto que norma, como normal, de tal manera

que no vemos su insania. La hegemónica mente patriarcal, es descrita como una mente

voraz, dominante, competitiva, represiva, insensible, disociada, amoral, instrumental.

La mente patriarcal tiene une ética de guerreros nos dirá Claudio Naranjo (2010),

siempre en guerra por el territorio. Una mente muy alejada de la naturaleza, del instinto.

La sociedad patriarcal, desde sus comienzos allá por el neolítico, es calificada por este

autor como canalla, basada fundamentalmente en la propiedad y la domesticación de

aquellas personas tipificadas como inferiores. El régimen patriarcal va más allá de la

política de los sexos. Destacan la deshumanización y la enajenación. Dicha mente,

además de ser, nos sitúa en un mundo competitivo, nada colaborador, posesivo,

colonizador, jerárquico, vertical. Una mente conquistadora. Una actitud bandida,

canalla, inmoral. El mundo civilizado es un mundo muy inmoral, malvado, porque no

quiere al otro; no tiene sentido del bien común.

Dados los rasgos psicópatas y perversos descritos, entendemos el machismo o la mente

patriarcal como una ideología con marcados rasgos psicópatas y perversos que atraviesa

toda la sociedad en su vertiente directa, simbólica y estructural. La mente patriarcal es

fundamentalmente una mente violenta, una mente mala, una mente banal. El (des)orden

26

patriarcal atraviesa transversalmente la sociedad, la cultura y la mente. En este sentido,

este orden constituye la condición patológica y patologizante del ser humano actual.

Las –pocas– investigaciones sobre prostituidores parecen hacer emerger que la

prostitución está directamente relacionada con las masculinidades contemporáneas

construidas sobre una práctica sexual compulsiva o adictiva y sobre una socialización

grupal que actúa de testigo confirmatorio y de refuerzo de esa masculinidad (De Miguel,

2018). La prostitución o los espacios de prostitución son espacios de resignificación,

escenarios de reconstrucción subjetiva de una masculinidad –y feminidad– hegemónica

en reacción frente a los cambios sociales. En otras palabras, como un mecanismo de

defensa. Ante la crisis de la identidad masculina basada en la desaparición de ciertos

criterios constitutivos como son el trabajo para fortalecer rol de proveedor y el de

autoridad familiar, quedan asociados a esta identidad, e incluso fortalecidos el ejercicio

de la violencia y la actividad sexual en esta nueva construcción o defensa identitaria. No

es por azar que más avanzan las mujeres en sus derechos, mayor parece la radicalidad

de algunas respuestas como el aumento de la prostitución y la pornografía, la cultura de

la violación y ahora los vientres subrogados. En sus declaraciones, muchos clientes

relatan razones y justificaciones que apuntan hacia proyecciones misóginas o ligadas a

complejos y patologías, y que por tanto, confirman la hipótesis de partida, es decir la

práctica clientelista se relaciona con un modelo masculino disfuncional en sus

relaciones afectivo-sexuales con los miembros del otro sexo (Villa, 2010). La

prostitución es una escuela de desigualdad nos dirá la filosofa Ana de Miguel (2018), en

donde se aprende a desempatizar, a cosificar, a (hiper)sexualizar, a maltratar a la mujer.

Y eso es una socialización en valores psicópatas.

Conforme el capitalismo avanza hacia el neoliberalismo, la identidad masculina

dominante se centra en un falocentrismo narcisista, desplazando al modelo tradicional

(padre-protector-proveedor) hacia otros espacios como los espacios prostitutivos donde

se ampara, reproduce y legitima lo que queda de la identidad masculina, cimentada en la

penetración como una especie de conquista. Los elementos en los que se apuntala esta

dimensión son: consumo colectivo; pacto de silencio compartido por los prostituidores

y grupos de amigos para que lo que ocurra dentro del club no trascienda, y presencia-

uso del falo (Suárez y Verdugo, 2015). Estos elementos originan un impecable código

compartido por los sujetos virilizados, conformando la «subcultura prostitutiva», que

puede considerarse un exponente más de la violación de los derechos humanos y de la

violencia de género. En este contexto, la prostitución resulta un síntoma (patológico) de

una forma de vivir (la sexualidad) misógina, violenta y cruel que, en el contexto

europeo, se ha abordado de diferentes maneras: bien apostando por su legalización

(Holanda y parte de Alemania), bien optando por la abolición, persecución y

penalización del cliente (Suecia) o bien por opciones intermedias como en Francia, en

donde se persigue el delito de trata de personas, el proxenetismo y a los clientes que

compran sexo a personas vulnerables (menores, etc.). Pero, lo que concluyen los

investigadores, tales como el politólogo Víctor Lapuente o los economistas Nikles

Jabobsson y Andres Kotsadam es que en los países donde se legalizó la prostitución, el

tráfico de prostitutas ilegales y víctimas de trata ha crecido considerablemente, al revés

de lo que ocurre en los países más restrictivos o abolicionistas (de Miguel, 2018).

Ahora bien, llama la atención que en realidad, la construcción de la masculinidad está

cimentada sobre la dependencia, es decir, «se construye en relación a la feminidad»

(Ranea, 2019, p. s.66), concebida ésta a su vez como un instrumento reforzador de la

hombría. El sujeto hombre aparece en la construcción masculina ficcionado como

27

autónomo. Por lo tanto, la autonomía masculina resulta ser una mentira, puesto que la

masculinidad se conforma en una relación jerárquica con respecto a la feminidad. El

género se construye en relación patológica, puesto que un hombre se define como tal, a

través de relaciones de instrumentalización de las mujeres. Aquí está de nuevo el rasgo

cosificador psicópata por excelencia. En esta cosificación femenina, el hombre

construye la feminidad en base a una enfatización muy particular según la cual ésta, la

mujer, se construye y se representa para los hombres, es decir, para su satisfacción,

adaptándose a este y en función de su utilidad para el poder hegemónico masculino. Y

aquí es introducido el concepto de utilidad tan característico de la mente psicópata. La

mujer tiene que ser útil al hombre. Es lo que decía Rousseau. Toda una paradoja: Se

niega la feminidad pero se la necesita para construir la identidad masculina. De esta

manera, el capitalismo global fortalece los (patológicos) patriarcados contemporáneos

porque la prostitución sostiene el orden patriarcal, perpetuando y fortaleciendo los roles

diferenciales de género, particularmente los que se ensalzan en el terreno de la

sexualidad (Ranea, 2019). En la prostitución, no solo se aprende sino que se reproduce

la mente patriarcal.

Por otro lado, la masculinidad hegemónica resulta ser una encarnación del (abuso del)

poder en sí misma, que se representa en determinados comportamientos, actitudes,

formas de relacionarse. Y recordemos que el núcleo de la psicopatía es el poder. Para la

persona psicópata, la alteridad es inferior y se relaciona con esta desde la utilidad

extractiva. La persona psicópata es la reina y los demás están para servirles. Modalidad

feudal. En la construcción de la masculinidad, este criterio de la psicopatía está presente

en la, supuesta, «inferioridad femenina», desde donde se entiende que la mujer está para

servirlo; porque el hombre es el rey, el dios. Narcisismo al estado puro. Que el

machismo o la mente patriarcal está dentro de la patología narcisista, es harto conocido.

Por ejemplo Pierre Bourdieu (2002) tacha de falonarcisimo a ese modelo patriarcal

basado en la sexualidad falocéntrica y en la desigualdad. AnastasiaNzang,presidenta

de la ONG Igualdad y Derechos Humanos de la mujer en África, utiliza el término

falocracia para hablar del poder o gobierno del miembro sexual masculino (Jauregui,

2018).

Otra característica de la construcción de la masculinidad es la socialización, es decir, la

homosociabilidad y la fratria, la cual, se erige mediante la exclusión de las mujeres que

no pueden ser parte del grupo de iguales, pero a través de las mujeres, es decir, que los

hombres necesitan a las mujeres para demostrar que son hombres. Volvemos a esa

dependencia parasitaria. Su identidad no se define en base a sí mismos; sino negando la

otredad al mismo tiempo que se depende de ella. Pero al igual que las relaciones entre

psicópatas lo son por asociación, la fratría masculina también lo es por asociación, no

por vínculo.

Una de las cosas que sorprende a muchas autoras en esta cuestión es la falta de una

perspectiva de género en la propia definición de prostitución. La demanda de

prostitución es mayoritariamente masculina y la mayoría de personas prostituidas son

mujeres y mujeres transexuales (Solo el 3% de las personas prostituidas son hombres),

por lo que la prostitución constituye un fenómeno sociológico en tanto que práctica

masculina. Entonces hay que definirla reflejando esta realidad. La prostitución no es

intercambio consensuado entre sexo y dinero. No. La prostitución, dice Ana de Miguel

(2018), es una institución que ofrece a los hombres4 cuerpos de mujeres de libre acceso

4 El 99,7% de la totalidad de clientes, son hombres (Ranea, 2019).

28

para su placer (sexual o no) por un precio variable. La prostitución permite al macho no

negociar ni tener en cuenta la subjetividad femenina.

SOCIALIZACIÓN MODERNA: LA BANALIZACIÓN DEL MAL EN SU DOBLE

VERTIENTE CAPITALISTA Y MACHISTA

Con todo lo expuesto, sobre los rasgos perversos y psicópatas en lo referente a los

sistemas patriarcal y neoliberal, se nos dibuja el patriarcado como un sistema autoritario,

totalitario. Y como dijo Hannah Arendt (1998), el totalitarismo se erige sobre un

proceso conocido como la «banalización del mal», cimentada fundamentalmente en la

legislación, para lograr sus objetivos de supresión progresiva de la libertad hasta

alcanzar una dominación total. Una legislación perversa en donde se vacían las reglas

del bien y del mal. La ley deja así de ser un marco estable, y es utilizada para fabricar

un ser nuevo. Este término, banalización del mal, expresa el actuar de individuos

comunes que son capaces de llevar a cabo actos bárbaros, crueles e inhumanos por estar

dentro de un sistema totalitario. En definitiva, la banalización del mal viene del acto de

hacer daño por obediencia. La motivación puede ser desde ascender dentro de la

organización, hasta alcanzar un estatus. Las personas así actúan dentro de las reglas del

sistema sin reflexionar sobre las consecuencias de sus actos, los efectos o el resultado

final. Son personas que actúan por obediencia, inercia, moda, por el qué dirán, por

miedo. Sócrates ya decía que el mal se comete por falta de reflexión y por eso, no es

necesaria ninguna dimensión demoniaca para llevarlo a cabo. Hannah Arendt dice que

hace falta además de una falta de pensamiento, «un aislamiento de la realidad». Por ello,

la autora quiere significar la perversión de las costumbres y todo aquello a lo que se

llama normal. El biopoder se ocupa en ese caso de regular ciertas prácticas para que el

mal se normalize y sea habitual. De esa manera no hay disonancia cognitiva, lo que

hace que no haya ni remordimientos ni culpa, ni se sientan en contradicción. En un

contexto así el mal se asienta día a día, volviéndose normal. Los límites quedan

desbordados y todo se desdibuja. En estas situaciones, muchas víctimas se convierten en

verdugos.

La banalización del mal viene de par con la liberalización del mercado que se viene

realizando en estas últimas décadas a través de la falsa creencia de ser el único camino

posible; viene de la extendida creencia de que la economía exige sacrificios por el bien

de la humanidad. La economía neoliberal nos dice –por medio de las acciones– que en

el mundo no hay lugar para todas las personas, no hay comida para todas las personas,

no hay derechos para todas las personas, no hay trabajo para todas las personas, no hay

viviendas para todas las personas, no hay agua para todas las personas, no hay leyes

para todas las personas; simplemente, no hay para todo el mundo. Una vez que hemos

aceptado las reglas del juego, cualquier carnicería, cualquier atrocidad queda legitimada,

banalizada bajo eslóganes como «es así», «es por vuestro bien». De esta manera, las

catástrofes humanas derivadas de decisiones empresariales nos son presentadas como

formas inevitables e incluso naturales de la economía (Piñuel, 2008). Esta actitud y

forma de hacer totalmente amoral y psicópata es divulgada por los medios de

29

comunicación –el cuarto poder– como el mejor de los mundos posibles y, como no hay

otro modo de hacer las cosas, hay que dejar hacer a la «mano invisible» del mercado

que opera de manera democrática, igualitaria y objetiva. Nos resignamos ante los

designios de la economía y aceptamos estoicamente cualquier barbaridad. No hay

culpables, no hay responsables, no hay autoridad; sólo poder que «permite a los líderes

de un equipo dominar a los empleados negando la legitimidad de las necesidades y

deseos de éstos» (Sennett, 2000: 121). El tipo caracterológico que hace emerger este

tipo de poder sin autoridad es el psicópata.

«Casi todos los productos que consumimos tienen una historia oscura escondida, desde

el trabajo esclavo hasta la piratería, desde la falsificación hasta el fraude, desde el

robo hasta el blanqueo de dinero» (Napoleoni, 2008: 133). Más que de una economía se

trata de una depredación, esto es, una economía parasitaria que vive a expensas de

muchas personas hasta canibalizarlas de las formas más diversas e inhumanas que

existen, entre otras la esclavitud. Esta economía depredadora, genera un estilo de vida

psicópata parasitario que consiste en vivir del trabajo de los demás solo para una

minoría. «La característica de este modelo es que aquellos que controlan el proceso de

producción y los productos no son ellos mismos productores, sino apropiadores. La

denominada productividad presupone la existencia y sometimiento de otros –y, en

último término, mujeres– productores» (Mies, 2019, p. 148). La mayoría acaba siendo

esclava, instrumentos para el bienestar de una minoría. En concreto en lo que a la

prostitución acontece, la propia industria del sexo y todos los negocios alrededor, viven

depredadora y parasitariamente del cuerpo (o trozos) de la mujer. Y como tal industria,

utiliza la pornografía a modo de marketing para estimular la demanda.

La banalización del mal viene acompañada de la legalización del mal y ello, a varios

niveles. Por un lado, si las personas psicópatas se encuentran fundamentalmente en las

esferas de poder representadas por los negocios, las grandes empresas, la política,la

religión, la adjudicatura y la prensa, nos encontramos con que estas son quienes

actualmente hacen las normas, dictan los principios (Hare, 2003). No basta con que

vivan al margen de la ley sino que ellas son la ley. Por otro lado, el hecho de que la

economía se rija por el criterio externo de lo que es formalmente legal o está permitido,

hace que aquello que no esté explícitamente prohibido sea aceptable. «De este modo, y

en el más puro cumplimiento de la legalidad, se pueden implementar los programas

más inmorales y las medidas más antisociales y generadoras de sufrimiento humano»

(Piñuel, 2008: 149).

Por otro lado, en la banalización del mal en lo que a lamasculinidad respecta, tenemos

que considerar lo que Rita Laura Segato (2016) llama «pedagogía de la crueldad», esto

es, cómo la socialización masculina está atravesada por la normalización de la crueldad

y la brutalidad, a través de la anulación de la empatía hacia las mujeres. En este sentido

Miriam Miedzian (1995) expone cómo se «enseña a los hombres a ser duros, a

reprimir la empatía y a no permitir que las preocupaciones morales pesen demasiado

cuando el objetivo es la victoria» (p. 66). La empatía y las emociones vinculadas a la

afectividad, han de suprimirse –reprimirse en el mejor de los casos–. La expresión de

las emociones en general está vetada en la masculinidad normativa, con la salvedad de

aquellas que se permiten ser expresadas como la ira o el enfado (Hooks 2004), y la

materialización de esta emoción a través de la violencia sobre la otredad es clave en el

devenir de la masculinidad hegemónica. «La ausencia o limitación de la empatía hacia

las mujeres como requisito de la masculinidad se estima que es un elemento necesario

para consumir prostitución. Este hecho es posible mediante la incapacidad de

30

reconocimiento de la “otra” que es necesariamente cosificada y deshumanizada por

aquel que paga por sexo con mujeres que no le desean.» (Ranea, 2019, p. s69).

Pues bien, a través de esta pedagogía, se transmiten muchos de los rasgos propios de la

personalidad psicópata, destacando fundamentalmente la falta de empatía y la

cosificación. Así pues, la pedagogía de la crueldad parece ser la socialización del

hombre en la psicopatía patriarcal. Se le adoctrina al hombre a devenir psicópata, a

comportarse como psicópata, a actuar y pensar como psicópata. La banalización del mal

en este caso viene representada por la aceptación obediente de la población en general

de los roles de género prescritos sin cuestionar, sin criticar, sin negarse a seguir con

ellos. La banalización del mal viene de no querer entender que el equivalente a la

esclavitud es la desigualdad. No queremos entender que la esclavitud representa una de

las patologías sociales y culturales como la guerra, la prostitución, la pornografía, la

inmigración. De la misma manera que el Estado se ha definido por Max Weber como

aquella entidad que detenta el uso legítimo de la violencia, el patriarcado puede

entenderse como aquella entidad masculina definida por su uso legítimo de la violencia

de género. Y no solo su uso, sino la amenaza de ejercerla.

La actividad sexual promiscua define la masculinidad, de la misma manera que la

promiscuidad sexual define también la psicopatía. Y ambas, no tanto por el placer,

como por la representación vacua de un rol con fines de poder y dominación. La doble

moral caracteriza tanto a la masculinidad hegemónica como a la psicopatía (integrada).

En la psicopatía criminal, la sexualidad directamente es remplazada por la violencia de

la desmembración, la canibalidad, etc. La violencia como dominio y control del otro a

través del daño. Eso erotiza la «relación». Y es lo que se ve, se escucha y se practica

cada vez más en el contexto de la prostitución. La «prostitución gore».

El mundo patriarcal neoliberal se caracteriza por su deterioro ético y moral, por una

voluntad (psicopática) de destrucción masiva (genocidios y feminicidios), por el espíritu

de conquista y depredación, así como por la falta de empatía, remordimientos y culpa,

por la cosificación y deshumanización; por una afirmación o autoridad violenta. «El

hombre-cazador es básicamente un parásito, no un productor» (Mies, 2019, p. 149).

Prostitución: barbarie y banalización del mal: psicopatia cultural o cultura psicopática

La prostitución puede considerarse una de las formas de banalización del mal. Dicha

«institución» se compone de toda una serie de comportamientos vinculados con la

cosificación de los cuerpos de las mujeres, por lo que puede considerarse como una

manifestación más de la violencia de género, que pretenden legalizarla, normalizarla.

No obstante, la propia definición de prostitución plantea mal el problema, desviando la

atención del núcleo gordiano. El definirla como intercambio de sexo por dinero supone

desviar el verdadero problema que se sitúa en la propia concepción masculina de la

mujer y la relación de dominación que sobre ella se establece a través del sexo –como

servicio en una economía (precaria) de necesidades-, puesto que la mayor parte de

prostituidas son mujeres y no se trata de sexo en general, sino de un determinado tipo de

sexo ( De Miguel, 2018). Ajustando la realidad, la prostitución en tanto que «institución

internacional, y globalizada se basa en sostener que todo hombre tiene “derecho” a

satisfacer su deseo sexual por una cantidad variable de dinero» (Ibid, p. 164). Se trata

de una práctica mediante la cual los varones buscan y encuentran placer sexual «en

31

personas que obviamente no les desean en absoluto» (Ibid, p. 171). Una relación de

poder mediada por lo económico que poco tiene de libre consentimiento y mucho de

necesidad.

La progresiva desaparición del contrato social por el capitalismo tardío va generando

formas ilícitas y criminales de economía basadas en la esclavitud, la desigualdad y la

necesidad. Formas más o menos «pacíficas, basadas en mecanismos de coerción

económica» (Mies, 2019, p. 1423). Los contratos sociales se han convertido en

contratos de esclavitud (Patteman, 1995) o esclavitud contractual o esclavitud civilizada.

Es la «banalización de la injusticia social» (Dejours, 1998). Y ello se ve ya con tal

normalidad que mucha gente lo acepta y el poder lo fomenta con toda una serie de

mecanismos de coerción económica (en el mejor de los casos) para legalizar, regularizar,

legitimar.

La prostitución, hoy transformada en industria del sexo, acentúa la mercantilización de

los cuerpos femeninos, ya expulsados en el contrato social original. El nuevo canon de

la prostitución adopta formas propias del capitalismo global, al límite entre lo lícito y lo

ilícito. De un negocio con escaso impacto económico ha pasado a ser un negocio de

pingues beneficios gracias a la economía ilegal (Cobo, 2017). De hecho esta autora

sostiene que el hábitat natural en el que se ha desarrollado la prostitución en el siglo

XXI es la economía criminal. Es sabido que la prostitución va unida a la mafia y al

tráfico de personas. A través de la prostitución, se está produciendo todo un éxodo

femenino del sur al norte del planeta. Los postmodernos «barracones» son los

prostíbulos, los «pisos» masificados en donde las hacinan. Las transportan en conteiner

y de cualquier tipo de forma en condiciones inhumanas muchas veces. Las secuestran,

las engañan, las manipulan, las violan, las maltratan, las coaccionan, las matan. Es un

proceso lento de aniquilación. La realidad de la prostitución es el éxodo de mujeres, ya

que se calcula que más del 80% son inmigrantes. Es la «shoah»5 femenina del sur al

norte del planeta; el postmoderno y neoliberal feminicidio. La prostitución (a)parece

(como) «la solución final».

La prostitución se entronca directamente con la (in/e)migración y (la feminización de)

la pobreza, la trata; en definitiva la esclavitud femenina. Al respecto Bales (2000)

afirma que la servidumbre por endeudamiento y la esclavitud contractual son las

principales formas de la esclavitud en el siglo XXI y estas formas son las que adoptan la

trata de mujeres y niñas. En este sentido, la prostitución concierne y legitima la

criminalidad. Actualmente una prostituta nueva dura tres años y sólo al primero le sacan

pingues beneficios. El tercer año ya está quemada.

El criterio por excelencia del patriarcado es la cosificación de la mujer, barómetro que

como ya lo hemos dicho, es un criterio diagnóstico fundamental y diferencial de la

psicopatía. Este proceso de cosificación va de par con la naturalización, es decir, con la

división del mundo en mundo natural y mundo político o cultural. El mundo natural ha

sido utilizado por el capitalismo con fines extractivos y expolitativos, además de

utilitaristas. El capitalismo global del siglo XXI trata a la mujer exactamente igual que

trata a la naturaleza. Ambas significan lo mismo desde esta perspectiva. La mujer está

excluida como individuo y ciudadano. En los «contratos sexuales» (prostitución,

maternidad subrogada), las personas son eximidas de su condición humana; son

despersonalizadas. Se las deshumaniza. No es como en el deporte por ejemplo, en el que

el término con el que se designó al «éxodo judío»

32

un equipo ficha por un jugador. Su yo, su condición humana queda intacta. No se

contratan las piernas de un jugador o sus brazos, se le contrata a la persona deportista

con todo su ser, su individualidad, su humanidad. En el caso de la contratación sexual, a

la mujer se la deshumaniza, se la desmiembra, se la desnaturaliza. Este proceso de

cosificación permite que la «relación contractual» que se establece sea además de

utilitaria y mercantilista, extractiva e insensible. La «naturalización» de la mujer, es

decir, su conversión en algo natural, permite deshumanizarla, proceso que a su vez

permite utilizarla como mercancía sin remordimientos ni culpabilidad. La sitúa en el

reino animal. La naturalización de la mujer es realmente una animalización. Aquí la

oposición naturaleza-cultura cobra forma y justifica la dominación, la extracción y la

(auto)explotación de lo femenino. La legitimación de este bárbaro proceso es la base de

la banalización del mal. La perversión legal y lingüística permite confundir, en su

proceso de convertir lo ilícito, su extracción, en lícito. De la mujer pura y casamentera,

se obtiene sexo, descendencia y trabajo doméstico gratuito, de la mujer prostituta se

obtiene sexo fundamentalmente, de la mujer subrogada, se obtiene útero para la

descendencia. El cuerpo de las mujeres en el capitalismo, al igual que la naturaleza, se

le representa como un instrumento para obtener recursos, materias primas. Se trata de

una lógica extractiva, característica del capitalismo neoliberal. Se trata de sacar

beneficios a cualquier precio. Esta lógica extractiva y parasitaria resulta ser también la

lógica psicópata por excelencia. Debajo del parasitismo psicópata, está la lógica

extractiva. Obtener máximos beneficios con un mínimo de esfuerzo, como también

sigue esta lógica la economía. La cosificación de la mujer en la prostitución muchas

veces acaba con la muerte, la desaparición de cuerpos, el desmembramiento y el arrojar

cuerpos a las cunetas. Muchas de ellas acaban en la calle.

En la prostitución neoliberal converge tanto la psicopatía integrada con la criminal. La

criminalidad es amplia y variada. La «gente» que lleva estos negocios, lo hace porque

hay impunidad y complicidad. Se trata de un «negocio» ilícito, el tercero más lucrativo

por delante del narcotráfico y por detrás del tráfico de armas. La criminalidad entra en

la prostitución de la mano de la trata y del tráfico de seres humanos y ello, porque no

hay tanta «mercancía» para abastecer la demanda.

Esta lógica capitalista hace que la mercantilización se cebe sobre el cuerpo y la

sexualidad de las personas más discriminadas y devaluadas socialmente. La prostitución

no es posible sin la desigualdad, la pobreza que genera. «Esto es, en sociedades con

fuertes desigualdades socioeconómicas, las corporeidades devaluadas son

representadas socialmente como mercantilizables» (Ranea, 2019), «la prostitución se

produce sobre desigualdades y, a su vez, (re)produce desigualdad.» (Ibid).

Legitimación del mal

Para legitimar el mal, se emplea en general el lenguaje, en particular el lenguaje de la

justificación. La prostitución se construye, legitima y justifica a partir de un discurso en

donde esta actividad es necesaria para un bien mayor. Así, dirán que se previenen

violaciones, se evita la criminalidad, se fomenta la libertad y la democracia. Algunas

líneas argumentativas para reglar la prostitución igualándola a «un trabajo como

cualquier otro», se hace para evitar supuestamente un mal mayor: la explotación, el

esclavismo, la trata, las condiciones, los derechos, la desaparición de la economía ilegal,

33

la eliminación de la criminalidad cimentada en la prostitución, el blanqueo de capitales,

etc. Los hechos desmienten este argumento: investigaciones hechas al respecto,

demuestran que la regulación de la prostitución no solo no ha disminuido todo lo

anterior sino que ha ido en aumento (Cobo, 2017). Amén de, en la realidad de los

hechos, no ser considerada la actividad un trabajo como los demás, como en el caso de

Holanda. De serlo así, las prostitutas podrían pedir la nacionalidad solo con un contrato

laboral de prostituta y no es el caso. Esta subordinación del sufrimiento humano a la

finalidad de un bien teológico o metafísico ha sido y sigue siendo habitual y estructural

en la cultura occidental, lo que garantiza la ejecución o producción del mal de manera

habitual y normalizada. Es el sacrificio necesario en esta religión económica. Ahora

bien, esta religión, como todas las religiones monoteístas, tiene la pretensión de ser la

única, la mejor, la superior y eso es el espíritu patriarcal, el espíritu hegemónico, el

espíritu de conquista. Todas las religiones monoteístas están contaminadas del mismo

mal de la sociedad, del mundo civilizado, incluso las seculares.

La sujeción-resignación de las masas productoras a un grupo privilegiado con dinero y

poder, apropiador e improductivo, permite que el mal se banalice. ¿Cómo? Una minoría

organizada emplea la desigualdad, la violencia, la crueldad, la inhumanidad y la

explotación. Luego está la difusión e interiorización por parte de la mayoría de estos

valores psicópatas a través de la doma o domesticación, la desensibilización y el

embrutecimiento. La disidencia es eliminada. Las formas políticas, sociales y culturales

actuales son formas de tiranías benévolas o malignas; autoritarismos antidemocráticos,

destructivos de todo lo social. Dictaduras económicas y de mercado. Podemos asemejar

la psicopatía como una célula cancerígena, que pone en jaque o metástasis a toda la

población, volviéndose el cáncer una manera que acaba con la vida humana. En

términos freudianos, hablamos de pulsión de muerte, un impulso que busca el retorno a

la no existencia. Este impulso busca satisfacer los impulsos agresivos y destructivos,

devolviendo la materia a su estado inorgánico. Es el placer de la disolución. Tiende a

desarrollarse a través de la proyección, de la violencia, de la no vinculación con el

mundo. «El cuerpo entra a jugar un papel importante en esta violencia» (Diaz, 2002),

puesto que se dirige hacia él, ya sea éste físico o social. «Explotar estallando su cuerpo,

destruyéndolo» (Ibid). «El cuerpo es el sostén material del sujeto» (Ibid) y como tal,

soporta la existencia. Es la parte cohesiva, unitaria de un sujeto fragmentado por sus

contradicciones. Se pasa de la fantasía de la destrucción del cuerpo (físico y/o social) al

acto.

EL CAPITALISMO COMO PATOLOGÍA (PSICÓPATA): LÓGICA PERVERSA

Que la economía es la religión postmoderna que configura la vida humana, es algo

conocido por bastantes autores. Y como toda religión, ésta se cimenta sobre el sacrificio

de seres humanos. Las víctimas, en este nuevo capitalismo, además de ser sacrificadas,

se (auto)sacrifican o incluso autoinmolan… En este sentido, la religión económica

constituye el germen de la psicopatía social y cultural del siglo XXI. En otras palabras,

«el capitalismo en su expresión más despiadada es una manifestación de la psicopatía»

(Ronson, 2011).

34

Este capitalismo tiene una lógica perversa que consiste básicamente en que «si puede

hacerse», «debe hacerse» o lo que es lo mismo «puedo hacer (se puede hacer) todo

aquello que instrumentalmente se pueda realizar» o «lo hice porque podía y nada me lo

impedía». Posición cognitiva característica de la psicopatía. Es la lógica de la razón

instrumental que pervierte esta facultad de raciocinio, volviéndola irracional. De esta

manera, la religión económica hace sus sacrificios humanos en base a la razón de costes

y beneficios y por el bien de la sociedad; así lo venden. Para lograr un fin, poco

importan los medios; solo la solución (¿Final?). Esta es la racionalidad instrumental

totalitaria, que coincide con la posición cognitiva tan característica de la mente

psicópata. Una religión amoral, sin restricciones ni limites, ni tan siquiera legales,

puesto que la ley es el mercado, es decir, «nadie» y a su vez, el poder, que si tiene

nombre y apellidos. La lógica neoliberal se presenta como una lógica amoral basada en

el cálculo frio y racional de ganancias que va a obtener de las acciones, solo una

minoría parásita. Una lógica psicópata sin remordimientos, ni culpa, ni arrepentimiento,

ni miedo. Una lógica que negocia con armas, terrorismo, drogas, política; una lógica

que mata a quien se interponga en el camino de lucrarse; una lógica que impone y

deroga leyes, gobiernos; una lógica que a veces hace ganar a entidades financieras

cantidades equivalentes a los productos nacionales brutos de algunos países (Klein,

2012). Una lógica que ha invadido gradualmente todas las capas sociales y que justifica

la especulación, tanto de grandes como de pequeños. Una lógica que miente y manipula

si es necesario para disfrazar su verdadera motivación. Una lógica que desestructura la

sociedad, deshaciendo todo aquello que la cohesiona. Por dividir, divide hasta lo

indivisible, que es el propio individuo –multifrenia–, a través de mecanismos

psicológicos, resultando de ello el innumerable e incalculable sufrimiento del individuo

moderno representado en las numerosas patologías. Esta lógica psicópata está llevada a

la práctica por psicópatas; personas que están detrás de la economía, el mercado, la

política, los negocios. Seres desalmados a quienes no les importa las consecuencias de

sus actos. Seres que liquidan todo aquello que se interpone en su camino.

Gracias a esta lógica basada en la razón, es factible la «desresponsabilización» de las

acciones. No es culpa de nadie sino del mercado, la competencia o la presión de los

costes. Gracias a la razón de la lógica psicópata se puede justificar la deslocalización de

las empresas, el despido masivo, las grandes hambrunas, las condiciones retributivas,

los desastres medioambientales, las masacres, la violencia, la desigualdad, la pobreza, la

prostitución. Gracias a ello se pueden justificar las enormes riquezas e ingentes

beneficios económicos de grandes empresas. Gracias a la comprensión del

funcionamiento de la lógica psicópata podemos entender la transformación de muchas

personas en psicópatas funcionales (Piñuel, 2008). Esta lógica causa una disonancia

cognitiva entre el pensamiento y la acción. Ante esta tesitura, es decir, si los actos

generan una dificultad en el vivir, la gente modifica su manera de pensar para así

obtener concordancia. De esta forma, el neopsicópata (normopsicópata) justificará sus

terribles acciones en función de sus buenas intenciones finalistas (Piñuel, 2008).

El poder como sabemos ha pasado de lo político a lo económico. Solo interesa el dinero,

las ganancias. El motor dominante de la actividad productiva ha pasado a ser la

acumulación –y concentración– de capital. Se destaca por la destrucción de todo:

ecocidio, feminicidio, suicidios, homicidios… es la ontología de la muerte o lo que

Freud llamo thanatos. Soraya Valencia hablará de necropoder. Destruye el sentido de

comunidad, porque destruye todo aquello que tiene condición de otredad, de diferencia.

Una destrucción sin precedentes. Es la esencia de la barbarie. Esta forma de capitalismo

35

ha industrializado la barbarie. Una forma económica dominada por el odio y el placer de

aniquilar.

La perversión de los valores morales que trae consigo el dominio del dinero como

fuente de poder, asola la vida humana. La psicopatía capitalista es fruto de una decisión

racional, calculada, combinada con una incapacidad para tratar a los demás como seres

humanos. La finalidad: el beneficio bruto. Así, se entiende que se plantee la esclavitud

como forma de vida para una gran mayoría; una esclavitud en muchos casos voluntaria,

elegida libremente.

La psicopatía, antes de desaparecer como diagnóstico, fue conocida también como

sociopatía para resaltar la dimensión social de esta patología; desde sus orígenes fue una

«locura» racional que atentaba sobre todo al cuerpo social. Y anteriormente fue

concebida por J.C. Pritchard como locura moral o locura sin delirio por Philippe Pinel

(Garrido, 2000). En este sentido, no podemos aislarla en tanto que problema individual.

El capitalismo actual con su promoción de la riqueza, el poder, la fama o el sexo; su

necesidad –una vez anulado el deseo– de rebasar todo límite; este tipo de gratificación

como motor del progreso social adoctrina mentes psicópatas. Personas incapaces de

satisfacción, con la lógica de «siempre más», guiadas por los impulsos y las

gratificaciones inmediatas, negando toda limitación, toda norma, toda otredad.

La psicopatía en la política es producto generalmente de tres factores: 1) uno o varios

líderes psicópatas 2) una parte de la población que busca en la identificación con esos

líderes una compensación a sus carencias, obediente con las consignas emanadas del

poder 3) la existencia de psicópatas criminales que realicen «el trabajo sucio» de

asesinar, torturar, exterminar (Garrido, 2000).

Las formas «democráticas» occidentales han permitido la existencia de un modo de

hacer política psicópata. Formas políticas bifrontes porque por un lado se benefician de

la corrupción y por otro lado «limitan» los efectos de la crueldad. Estas formas

«democráticas» cuyo garante era el estado, están sufriendo una profunda metamorfosis

que ha comenzado con la desaparición del estado, la ruptura del contrato social y el

favorecimiento de la esclavitud. La política psicópata doma a sus víctimas, pues se trata

de doblegar a la población en general.

LA PROSTITUCIÓN: BISAGRA ENTRE MACHISMO Y CAPITALISMO

Desde la visión neoliberal, toda interferencia del estado para regular las leyes del

mercado debe ser eliminable. La aplicación de este principio neoliberal al patriarcado en

materia de sexualidad hace que la finalidad del deseo sexual masculino sea «la libertad

sexual absoluta, es decir, acceso sexual ilimitado a todas las mujeres a quienes

encuentre deseables» (Fromm, 2008, p. 67). Así el neoliberalismo y el patriarcado

entroncan en el erróneo concepto de libertad entendido como injerencia estatal a la

libertad individual, por encima de la colectiva. De la misma manera que se trata de

liberar al mercado de todo principio regulador, en el mercado sexual, se trata de liberar

la práctica sexual masculina de todo principio regulador, de tal manera que la mercancía

sexual –la mujer– circule libremente, siguiendo «las leyes del mercado». Un mercado

36

que se regula «automáticamente», eliminando así la necesidad de usar la fuerza. En las

«sociedades avanzadas», la satisfacción de las necesidades individuales se ha decidido

por la fuerza, complementada por la tradición social y religiosa, constituyéndose en

fuerza psíquica interiorizada, de tal manera que en muchos casos la fuerza física se hace

innecesaria. El funcionamiento económico del mercado se cimenta en la competencia y

así es como la competitividad se transforma en trazo caractereológico del sujeto

contemporáneo normopatizado. «En el imaginario perviven viejas ideas que, desde un

marco proveniente del determinismo biológico, tratan de naturalizar la sexualidad

masculina; junto con nuevos marcos de referencia propios de la sociedad de consumo y

de la colonización neoliberal de los imaginarios en términos de “libre mercado”»

(Ranea, 2019, p. s73).

Existen dos maneras de relacionarse con un objeto, desde su plena concreción, a través

de la cual el objeto se nos aparece con todas sus cualidades específicas, no habiendo así

ningún otro objeto idéntico. O de una manera abstracta, teniendo en cuenta sólo las

cualidades que tiene en común con todos los otros objetos del mismo género. Pues bien,

esta cultura occidental postmoderna, se ha centrado casi exclusivamente en las

cualidades abstractas de la mercancía. Así, la mercancía –incluidas las personas– es

valorada bajo una actitud de abstracción cuantificante, olvidándose de su concreción y

singularidad. Su esencia ya no es su naturaleza humana concreta, sino una abstracción

que puede expresarse en cifras. Esta es la base de la cosificación y deshumanización. En

este sentido, en el mercado de la prostitución, la mujer, como mercancía sexual, importa

en la medida abstracta y cuantificable de su uso y disfrute. Y su cualidad principal es el

valor de cambio.

Así pues, la prostitución se encuentra en la encrucijada de la violencia de género

patriarcal y las lógicas consumistas y economicistas que en este siglo han encontrado su

hábitat natural en la economía criminal. De esta manera el capitalismo neoliberal ha

reforzado los patriarcados contemporáneos, marcados por la lógica extractiva y

destructiva, además de parásita. Sobre todo en parte por esa característica del mercado

cuya capacidad para articular las demandas patriarcales se torna ilimitada. En otras

palabras, la prostitución ayuda al sostenimiento del orden patriarcal, perpetuando y

fortaleciendo los desiguales roles de género, además de generar beneficios ingentes.

Así, pues «Se puede afirmar que es una institución a través de la cual se ordenan las

relaciones de género de una determinada manera, que sigue patrones patriarcales,

capitalistas y colonialistas, y por tanto, es útil para el mantenimiento del status quo. Un

status quo que se representa en un modelo concreto de masculinidad (hegemónica).»

(Ranea, 2019, p. s64)

Con la revolución de los años 60, la corporalidad comienza a vivirse como libertad

sexual y empieza a cultivarse el cuerpo. En este sentido, el cuerpo se entiende como

capital en el que invertir y como objeto de consumo y de exhibición. Como Baudrillard

(2009) explica, con la expansión de la sociedad de consumo, el cuerpo en sí se

mercantiliza y se convierte en un objeto más de consumo. No obstante, lo que nos

percatamos ahora es que la liberación sexual fue realmente entendida desde un punto de

vista masculino. Y en ese aspecto, en el imaginario masculino, se (re)interpreta la

prostitución como el culmen de la liberación sexual femenina, mujeres libres que viven

libremente su sexualidad. Esa imagen de mujer moderna y liberada con independencia

económica y personal mediante la cual se describe en ocasiones a las prostitutas es una

máscara que tiene por función disimular los valores y estereotipos que tradicionalmente

37

han oprimido a las mujeres (Ballesteros, 2001 en Ranea, 2019). Los clientes solamente

viven su sexualidad con libertad, ya que por la transacción económica, estos pueden

disfrutar de los servicios sexuales de la mujer prostituida. El único límite es el

monetario. En este sentido puede afirmarse que la liberación sexual puede entenderse

según patrones masculinos. (Cobo, 2017). Las mujeres prostitutas en sus discursos en

general no viven la prostitución como una forma de desarrollo sexual; sino como algo

mecánico y no deseado.

La prostitución no va de sexo sino de poder, de derecho sobre los cuerpos de una parte

de la población del planeta claramente discriminada por su género. Hablamos de la

apropiación de los cuerpos y de funciones de estos. Va de desmembrar los cuerpos

femeninos para utilizarlos. La prostitución va de esclavitud, de pobreza, de necesidad,

de inmigración, de guerras. El sexo, como cualquier otra actividad humana, tiene un

carácter simbólico y la prostitución, simbólicamente, es una violación; es violencia

además de poder y dominio. Eleva a derecho y exigencia la sexualidad masculina.

Siguiendo con el aspecto simbólico, que el cuerpo de la mujer es un campo de batalla,

tampoco es una idea ajena. Por un lado, la violencia sexual ha sido y sigue siendo una

«táctica de guerra» que deja en la vida y cuerpos de las mujeres unas secuelas

devastadoras. La prostitución además de constituirse en violencia directa, representa

también una forma de violencia económica, estructural puesto que la prostitución se

cimenta sobre la pobreza y la exclusión. Y la reproduce.

Resulta difícil justificar determinadas acciones criminales, como por ejemplo la

prostitución, si no media una estructura psicopática que la permita como los son en este

caso la mente patriarcal y el neoliberalismo. Y también, esta no puede existir sin que

«hombres comunes» actúen como psicópatas. Harían falta estudios más profundos sobre

las personalidades de los prostituidores. Tras un somero análisis de discurso a partir de

los comentarios en blogs y de algunos discursos, se puede observar en general un

potencial antisocial (rasgos psicópatas) así como una orientación autoritaria,

autoritarismo y una moralización. Como potencial antisocial, destacamos la falta de

empatía, los valores morales antisociales y la exclusión moral, esto es, la exclusión de la

aplicación de los valores morales como los derechos humanos a ciertos grupos, las

prostituidas. De algunos estudios se desprende un autoconcepto pobre, fácilmente

amenazado y una visión hostil, paranoide, del mundo (Gómez y Verdugo, 2015).

Destaca en ellos grandes frustraciones, dificultades económicas y falta de confianza.

Muchos de ellos muestran una orientación cognitiva a la agresión, una falta de

autoconciencia y autoaceptación. Y muestran una orientación autoritaria, es decir,

personalidades autoritarias (Ibid).

El machismo como cultura antisocial (psicópata), cosifica, deshumaniza lo femenino.

La deshumanización viene del lado de animalizar lo femenino, de generalizarlo, de

abstraerlo y hablar indistintamente de mujeres, de disociación entre la emocional y lo

racional, entre lo corporal y lo mental. El machismo fomenta la guerra de sexos. Está en

abierta guerra con las mujeres. Está tan incrustado en la cultura que prácticamente

ninguna persona escapa a ella. Quizás por eso, no haya un perfil sociológico del

prostituidor, pero si trazos psicopáticos.

La pornografía parece constituir el principal medio de «educación sexual», a partir de la

cual, se deshumaniza a la mujer, convirtiéndola en un «producto penetrable por el

hombre» (Cobo, 2017, p. 88). Así se la despoja de toda subjetividad, se la cosifica. La

pornografía se constituye como la violencia simbólica por excelencia, a través de la cual

38

se propaga una mujer hipersexualizada al servicio del placer masculino. Así pues,

pornografía y prostitución representan ambas «instituciones constitutivas del

patriarcado». En ellas, se sexualiza la violencia y la muerte en el cuerpo femenino.

¿PROSTITUCIÓN O PEDERASTIA?

Que la prostitución, desde la perspectiva del prostituidor, remite fundamentalmente a

una perversa disfunción social y cultural, además de individual, la hemos puesto de

manifiesto viendo todos los criterios diagnósticos en tanto que psicopatía y perversión’.

La prostitución para las mujeres en general, es una experiencia sexual no deseada,

vivida por muchas como abusiva y violenta, puesto que requiere la utilización de

estrategias manipuladoras para ejercerse. Quizás en donde esta patología se ve más clara

es en la prostitución pederasta, etiquetada como parafilia, perversión psicópata por

excelencia.

Un fenómeno que llama la atención es que cuando se habla de prostitución, se habla de

mujeres y niñas. Efectivamente, cada vez la edad de las mujeres prostituidas desciende,

particularmente en los países del cono sur del planeta o conocidos como

tercermundistas. En estos países la prostitución infantil (niñas fundamentalmente) está

tanto o más demandada que la femenina. Se habla de turismo sexual infantil; en

aumento. La causa principal es económica: las necesidades, la falta de oportunidades, la

escasa o nula educación. No obstante, la prostitución infantil no ha aumentado

solamente en los países tercermundistas sino también en los primermundistas. «Se va

hacia una pedofilización de la prostitución» (Richard Poulin en Cobo, 2017, p. 105).

Por lo tanto, más que prostitución infantil, se trata de pederastia, que sí está tipificada

como delito. Se trata de abuso sexual a menores, no de prostitución. Este delito, queda

claramente definido, como toda conducta en la cual la persona menor es utilizada como

objeto sexual por otra persona con la que existe una relación de desigualdad en lo

referente a la edad, poder o madurez. Es decir, que cuando la prostitución concierne a la

infancia, en ella sí se reconoce explícitamente la cosificación de la persona, la

desigualdad, así como las relaciones de poder y dominación y el no consentimiento.

Ahora bien, si la prostitución adulta es violenta, la infantil resulta aún más cruel, porque

además del abuso sexual, en ciertos países concierne a la trata, la esclavitud, el

secuestro, la muerte, la violencia. Este tipo de prostitución es considerada como una

violación de los derechos humanos, análoga a la esclavitud y el trabajo forzado.

La principal diferencia entre la prostitución infantil y la adulta parece radicar en el

consentimiento, en el contrato. Es decir, que la persona adulta por ser adulta, se

interpreta que consiente, que es capaz de contratar libremente. Ahora bien, como hemos

visto, es difícil hablar de prostitución «libremente consensuada» en la trata, la

inmigración y la pobreza, que constituye más de un 80% de la prostitución total y global.

A este argumento añadimos el trabajo de Carole Patteman (1995), sobre el contrato

sexual, el cual no existe desde el momento en que hay relaciones de dominación y

subordinación. En otras palabras, es imposible un contrato, y por extensión un

consentimiento libre cuyo marco de actuación es el contrato, entre víctima y verdugo.

Desde un punto de vista legal, solo las personas incapacitadas no tienen capacidad para

39

contratar. Las personas menores de edad, son capaces, aunque los «contratos

consentidos» firmados por menores pueden anularse. En otras palabras las personas

menores no son absolutamente incapaces. Partiendo pues de la perspectiva teórica de la

incapacidad de establecer un contrato de libre consentimiento en relaciones de

subordinación, la prostitución adulta puede definirse exactamente como la infantil: toda

conducta en la cual la persona prostituida es utilizada como objeto sexual por otra

persona (que paga) con la que existe una relación de desiguadad en lo referente a la

edad, poder, madurez. En la prostitución tanto adulta como infantil hay cosificación,

desigualdad, relaciones de poder y dominación. Se trata de un abuso, es decir ab usus o

uso excesivo, impropio, injusto, perverso, indebido. Suponen un atentado contra los

derechos humanos. Y por lo tanto a abolir.

40

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#NarcisismoSocial #PsicopatíaSocial #PsicopatologíaSocial #Patriarcado #Prostitución #Capitalismo #PsicologíaForense #PsicologíaSocial #PsicologíaDeLaViolencia #CriminologíaFeminista

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Empoderamiento en el Mercado: Los Mercados Feministas de México



Esta semana, la Ciudad de México está vibrando con el espíritu de empoderamiento mientras las mujeres mexicanas toman un lugar central, se hacen llamar ‘ Las Mercaditas Feministas’. Estos mercados son más que un lugar para comprar; son un faro de esperanza y apoyo mutuo en un país que lucha contra unas de las más altas tasas de feminicidio.

Las Mercaditas Feministas.
Copyright de Plataforma Anti Patriarcado

Las mujeres emprendedoras están reclamando espacios públicos y creando oportunidades para ganarse la vida, todo mientras fomentan una comunidad que se opone a la violencia machista. Estos mercados son un testimonio de la resiliencia y solidaridad de las mujeres mexicanas, quienes están convirtiendo su sufrimiento en  lucha y fortaleza.

Las ‘Mercaditas Feministas’ no van solo sobre comercio; van sobre crear un espacio seguro donde las mujeres pueden apoyarse mutuamente, compartir sus historias y concienciar sobre los problemas que enfrentan. Este movimiento es un poderoso ejemplo de cómo las mujeres están tomando el control y haciendo oír sus voces en la lucha por sus derechos.

Mientras presenciamos el esperanzador surgimiento de estos mercados feministas, celebramos el coraje de estas mujeres y el cambio positivo que están trayendo a sus comunidades.

Ana G. Aguilar

#MercadosFeministas #FeminismoMéxico #EmpoderamientoFemenino #LuchaContraElFeminicidio #MercaditasFeministas


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Todas nuestras redes en español salvo este blog han sido robadas, próximamente informaremos


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Las exageraciones de ayer son los derechos de hoy.


Las exageraciones de hoy son los derechos de mañana, y son también el recuerdo de las aberraciones cometidas por el ser humano y su Historia.

La activista afroamericana Rosa Parks, una mujer segregada por la doble violencia del machismo y el racismo de la época, se dio a conocer mundialmente por ocupar un asiento reservado para blancos.

Si queremos un mundo de paz no podemos seguir educando para la guerra, si queremos un mundo igualitario, no podemos seguir metiendo estereotipos en vena a los niños/as a través de los medios, la socialización, la familia o/y la cultura, da igual si viene del machismo heteronormativo o del neo machismo diverso con purpurina . No se pueden lograr resultados distintos haciendo versiones de lo mismo. Es IMPOSIBLE.

Cuando te digan que exageras por querer un mundo mejor y una vida libre de violencia y opresiones para todos los seres que la habitan, recuerda que vas por buen camino, pues ese es el discurso del opresor y de la resistencia al cambio de toda la vida.

Ese es, lamentablemente también, incluso el discurso de muchas de víctimas, porque estamos socializadas por la cultura mainstream para normalizar, naturalizar y aceptar esa posición, pero también, en muchos casos, estamos socializadas para ser cómplices y victimarias y sostenedoras de, no solo el sometimiento de nosotras mismas y nuestras iguales, sino el de otras personas vulnerables, seres vivos y ecosistemas que están aún más por debajo si cabe en el escalafón.

Sucedió en el caso de los esclavos que decían que querían seguir siéndolo porque era lo único que conocían y a dónde iban a ir, sucede con las mujeres que justifican el machismo y el maltrato hacia ellas o sus hijas e hijos porque es lo único que conocen, sucede con los obreros y trabajadores precarios que apoyan a patrones y partidos que los explotan y recortan sus derechos y sueldos porque repiten lo que oyen en los medios sin cuestionarlo, y sucede con otros sistemas de opresión (raza, clase, sexo, maltrato invisible de la niñez, especismo, etc). Y todos esos sistemas de opresión, que se entrelazan, justifican y retroalimentan, vienen de una misma base: el Patriarcado y su forma violenta y depredadora de relacionarse en base a los privilegios y el poder de unxs sobre otrxs más vulnerables.

Por eso es tan importante repetirlo y repetírnoslo para que no se nos olvide y no logren lavarnos el cerebro para aceptar y normalizar y conformarnos con lo inaceptable.

Las exageraciones de hoy son los derechos de mañana, y la vergüenza de una Historia a la que volveremos a mirar atrás con tristeza, siendo testigos, una vez más, que de sociedad humana y avanzada tenemos bien poco, y
como siempre, gracias a unas pocas personas que se dejan la piel y la vida nadando contra corriente y contra el rebaño, peleando contra todo y contra todos para poder dejar un mundo mejor del que se encontraron y que en muchos casos ni siquiera llegarán a ver.

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Los 3 mayores errores sexuales que comenten los hombres con las mujeres y cómo solucionarlos


Los 3 mayores errores sexuales que comenten los hombres con las mujeres y cómo solucionarlos.

No escuches a otros hombres que no tienen ni idea de lo que quieren las mujeres. Escucha a las mujeres. Pero sobretodo, escucha y ten en cuenta a TU pareja.

Por ZAWN VILLINES

27 JUL 2023

Traducción de Plataforma Anti Patriarcado

¡Hombre! ¿Estás cansado de que tu pareja rechace el sexo, o que sólo le dedique un esfuerzo a medias? No eres el único. Muchos hombres heterosexuales afirman que sus parejas femeninas pierden el interés por el sexo, sobre todo a medida que la relación avanza y llegan los hijos.

¿Y qué hace la mayoría de estos hombres cuando esto ocurre? Acuden a otros hombres en busca de consejo: hermanos, padres y amigos, los cuales probablemente no han tenido ningún éxito en resolver este problema. A veces se radicalizan y acuden a la manosfera, donde pueden obtener consejos de aspirantes, presuntos y confirmados violadores sobre cómo conseguir que las mujeres consientan a mantener relaciones sexuales.

Sus consejos, por supuesto, no funcionan. Los hombres a los que acuden cuando sus parejas pierden el interés culpan a las mujeres y atribuyen la falta de deseo a patrañas pseudocientíficas. No son fuentes fiables sobre lo que quieren las mujeres, porque no son mujeres. Y a menudo, los consejos que dan sólo alejan más a las mujeres.

Yo tengo una solución mejor: Escuchar a las mujeres.

Cuando encuesté a mujeres sobre sus experiencias con el sexo, el deseo sexual y la comunicación sexual tenían muy claro lo que querían. Según mis datos, aquí están los seis mayores errores sexuales que cometen los hombres -las razones más comunes por las que las mujeres pierden interés en el sexo- y lo que puedes hacer ahora mismo para solucionarlos:

Ignorar el agotamiento de la pareja y ser perezoso en casa


El 83% de las mujeres que encuesté citaron el cansancio como un factor disuasorio para el sexo. Junto con otros datos de mi encuesta, que muestran que los hombres suelen estar descansando mientras las mujeres trabajan hasta la extenuación atendiendo a los niños, trabajando y limpiando, parece claro que los hombres son una razón clave por la que las mujeres están cansadas. El sesenta y cuatro por ciento de las mujeres que respondieron a mi encuesta dijeron que la negativa de su pareja a hacer una parte equitativa de las tareas domésticas era la razón principal por la que no querían tener relaciones sexuales.

¿De verdad crees que tu pareja quiere tener relaciones sexuales con la persona responsable de su cansancio? ¿Con la persona que juega alegremente a la videoconsola mientras ella lo hace todo? La mayoría de las mujeres no quieren tener relaciones sexuales con niños grandes. Los niños grandes que te dejan agotada no son sexys.

Encuentra una forma de aliviar la fatiga de tu pareja. Ofrécele sexo que merezca la pena y verás cómo recupera la libido. En mi encuesta, el 64% de las mujeres dijeron que lo mejor que podían hacer sus parejas para aumentar su interés sexual era hacer más cosas en casa.

Ser ruin con tu pareja


En mi encuesta, la mayoría de los hombres intentaban que sus parejas mantuvieran relaciones sexuales culpándolas y poniéndose de mal humor. Estos no son comportamientos sexys. Tu pareja no te debe sexo. Si no te lo ganas siendo una pareja que merezca la pena, no lo tendrás. Sin embargo, un estudio tras otro sigue demostrando que los hombres son malos con sus parejas.

Las ignoran en el Día de la Madre y en sus cumpleaños. Las insultan. Socavan su autoridad como madres. Se burlan de sus emociones, menosprecian sus ambiciones y les hacen la vida imposible con su mal humor.

Y luego se preguntan por qué sus parejas no quieren tener relaciones sexuales.

Así es imposible que le interese el sexo contigo.

El 63% de las mujeres dijeron que están crónicamente enfadadas con sus parejas, y la mayoría de ese grupo dijo que la razón principal de este enfado es que sus parejas son mezquinos con ellas. El 52% de las encuestadas afirma que el hecho de que su pareja sea malo con ellas les disuade de mantener relaciones sexuales, y casi el 100% de ese grupo afirma que mantendría más relaciones sexuales con su pareja si éste fuera más amable.

Ser malo en el sexo. Las mujeres no quieren tener mal sexo.

Las mujeres, tienen la capacidad de, en teoría, tener orgasmos ilimitados. Para las mujeres, el sexo puede ser una experiencia trascendental que puede durar horas. Así que, ¿por qué querría una mujer que un tío la embistiera dolorosamente durante unos segundos y luego se diera la vuelta y empezara a roncar? El 42% de las mujeres que respondieron a mi encuesta dijeron que el sexo con sus parejas es malo, y el 62% afirmó que si sus parejas se esforzaran más por seducirlas, estarían dispuestas a tener más sexo.

Pero los hombres no escuchan, porque mi encuesta también reveló que las mujeres, de media, califican su satisfacción sexual con un 2,2 en una escala del 1 al 10, y estiman que sólo llegan al orgasmo la mitad de las veces. El 14% dice que nunca llega al orgasmo, y el 27% dice que llega al orgasmo menos del 20% de las veces.

¿Por qué querrían las mujeres participar en este tipo de sexo?

Entonces, ¿por qué los hombres no escuchan a las mujeres?


Parece bastante obvio que, si los hombres quieren más sexo, deberían escuchar a las mujeres de las que dicen quererlo. Pero no lo hacen. Recurren a Andrew Tate y Kevin Samuels, a sus colegas que sólo tienen sexo con una cam girl o a su amigo cuya pareja no ha querido follar con él en 20 años.

Las soluciones para conseguir que las mujeres se interesen más por el sexo son obvias. Los hombres que quieren que sus parejas les deseen, suelen conseguirlo solo si están dispuestos a poner de su parte.

El problema es que no están dispuestos a trabajar en lo que es verdaderamente necesario.

A los hombres se les adoctrina desde que nacen para que crean que no tienen que sacrificarse por las mujeres, y que el mero hecho de aparecer con una polla en la mano es todo lo que necesitan para convencer a una mujer de que les dé lo que quieren.

Los hombres que no están dispuestos a cambiar por sus parejas en realidad no están interesados en el sexo en absoluto. Lo que les interesa es el abuso sexual: agredir, hacer sentir culpable y degradar a su pareja hasta que ceda.

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Cómo saber si tengo Estrés Post Traumático Simple o Complejo


Según un estudio reciente de la profesora y Doctora en Psicología Carmen Delgado Álvarez, el 60% de las mujeres víctimas de V.G. sufre síntomas de Estrés Post Traumático, que puede ser simple (relacionado a un solo evento traumático como puede ser una sola violación, una paliza aislada, es el que se suele dar también ante una catástrofe natural, un accidente…) o complejo (relacionado con una o varias situaciones traumáticas que se repiten en el tiempo cuyo daño es acumulativo). En demasiados casos, los síntomas del Estrés Post Traumático se toman de manera aislada y se confunden con otras enfermedades mentales, afecciones o patologías, se sobre medican y se mal diagnostican debido a la falta de formación y entrenamiento tanto del personal médico, como de demasiados terapeutas. Y ya no hablemos del personal del sistema judicial, porque eso da para otro artículo… Y todo esto, sin contar el trauma derivado de las infancias patriarcales donde la violencia y los abusos son la norma,o del bullying o el mobbing laboral.

En el caso de las mujeres prostituidas, el nivel de trauma y secuelas son aún mayores. También se da un índice altísimo y trauma complejo en lo que la Doctora Ingeborg Kraus, especialista en víctimas de violencia prostitucional denominó «Mujeres Sombra», las parejas de los puteros infieles y adictos al sexo. En ambos casos, y aunque la violencia no sea físicamente ni remotamente comparable, coinciden en que los niveles de trauma y flashbacks se comparan e incluso superan a los de los soldados que vienen de conflictos armados. A mayor trauma y abusos infantiles psicológicos, físicos o sexuales, mayor probabilidad de ser víctima de V.G. y prostitución, y de sufrir trauma complejo. Necesitamos personal médico especializado en trauma, sobre todo en los ámbitos de la infancia y la violencia machista, pero también en ámbitos en que se trabaja con víctimas de violencia de cualquier otro tipo. Dado que esta página va de feminismo, nos centraremos especialmente en las mujeres porque son las que sufren TEPT (Trastorno de Estrés Post Traumático Complejo) en mayor medida.

En los últimos años, la medicina ha comenzado a explorar otras aplicaciones potenciales para las resonancias magnéticas, incluido el diagnóstico de afecciones como el trastorno de estrés postraumático (PTSD, por sus siglas en inglés) y su seguimiento.

Estos son algunos de esos síntomas, pero antes, es necesario aclarar, que no hace falta tenerlos todos o que sea necesaria una violencia extrema para que exista Estrés Post Traumático. Además todos estos mecanismos físicos y psicológicos que vamos a relatar operan a nivel inconsciente. La víctima no provoca esto, ni vive estancada en el pasado, el tiempo no cura el trauma, lo cronifica, la víctima no está loca, ha sido abusada, no elige esto, no puede pasar página, no es negatividad, ni mera ansiedad debida a proyecciones de futuro sin relación con el presente. Son daños físicos en el cerebro, daños reales que se pueden observar en una resonancia magnética. Daños, generados por violencias reales; físicas, psicológicas, sexuales, por parejas, figuras de confianza, negligencias parentales en la infancia, padres narcisistas, ausentes, que la privaron de amor y cuidados imprescindibles en esa etapa, incluso sin que haya habido daño físico, imaginen cuando los hay. Todo esto genera una suerte de traumatismos cerebrales producidos por esas negligencias y/o hechos violentos traumáticos del pasado. Recalcar también que aunque muchas de estas cosas de manera aislada les ocurra a muchas personas de vez en cuando, estamos hablando de síntomas combinados que persisten y se mantienen a lo largo del tiempo. Comenzamos:

-Hipervigilancia. La hipervigilancia es un estado aumentado de sensibilidad sensorial acompañado de una intensidad exagerada de los comportamientos cuya finalidad es detectar amenazas. La hipervigilancia también va acompañada de un estado de ansiedad aumentada que puede causar agotamiento.

-Hipersensibilidad. Se suele confundir o sobre diagnosticar con ser PAS (Persona Altamente Sensible), o «Empaths» (personas con empatía extrema), ambos términos muy de moda hoy, o con el mal llamado «Síndrome de María Teresa de Calcuta» achacado muy comúnmente a las mujeres por nuestro rol asignado forzosamente de cuidadoras… Cuando en realidad este comportamiento o forma de sentir hipersensible es síntoma de trauma/s, que nos hace estar constantemente pendientes de las emociones y sufrimiento de los demás, aprendemos a anticiparnos a las acciones y reacciones de los demás para poder sobrevivir, para evitar su sufrimiento, su enfado, nuestro abandono, nuestro maltrato por no ser o comportarnos como se espera de nosotras.

Esto también hace que estemos siempre hipervigilantes ante el posible peligro, que cuando nos maltraten lo más mínimo saltemos de manera exagerada, que no soportemos que maltraten a los demás, animales incluidos, ser extremadamente protectoras, que vayamos recogiendo y socorriendo de manera compulsiva a cada persona y animal que sufre, excepto a nosotras, y saltemos en su defensa aún cuando nos perjudica o incluso nos ponemos en gran peligro.

Que cualquier película donde exista violencia simbólica o gráfica, sea física, sexual, verbal, psicológica o simbólica, puede actuar como «disparador» o «desencadenante» (conexión entre la mente consciente y los recuerdos traumáticos bloqueados por el subconsciente), y hacer que lo vivamos y sintamos como si estuviera ocurriendo, y aún más intensamente de lo normal en cualquier persona con una empatía equilibrada. Sentimos que nos están agrediendo en vivo y en directo, la mente no distingue ya de por sí entre fantasía y realidad, es como si una herida infectada se abriera, como si nos dieran una bofetada tras otra, y esto puede disparar síntomas físicos y psicológicos; taquicardias, ansiedad, ataques de pánico, tristeza… Revivimos en el cuerpo lo que nuestra mente no recuerda y no ha sido capaz de procesar. Esto ocurre, por ejemplo, con la violencia machista simbólica, que es en sí violencia que puede llegar a generar traumas por sí misma, pero en los casos en los que ha habido además otras situaciones de violencia traumáticas, se magnifica aún más el dolor y la reacción física y emocional.

-Dificultad para regular los impulsos:

El Estrés Post Traumático sobrecarga el sistema límbico provocando una liberación constante de hormonas y neurotransmisores, creando un sistema perpetuo de ansiedad, hipervigilancia e hiper activación generadas por el sufrimiento sostenido. Esto crea la incapacidad de regular las propias emociones y una hipersensibilidad en general y congelación ante los problemas, pero sobre todo gran sensibilidad al maltrato y al daño propio y ajeno. Es como si quien responde a los estímulos fuera tu niña que aún está siendo abusada. Hace que cuando otras personas traten de maltratar o abusar de la víctima de cualquier manera, incluso de forma muy leve, y aún cuando el daño no sea físico, o siendo este un maltrato muy sutil, se produzcan explosiones de ira y/o ataques de llanto y reacciones aparentemente exageradas o fuera de lugar. Pero la ira no es mala, es una emoción adaptativa que nos informa de que ya no podemos más, de que hay algo que cambiar o no debemos tolerar, y en este caso, es tanta tristeza y sufrimiento acumulados e ignorados, que pueden brotar como un volcán en erupción. Lo que si es malo, es vivir ancladas en ella, ser adictas a ella, que es lo que le ocurre a muchas víctimas de trauma. Y lo que es aún peor, es repetir con nuestros hijos e hijas la violencia a las que nos sometieron a nosotras como respuesta automática del trauma no sanado.

Indefensión aprendida. Aún cuando el trauma te vuelve mucho más sensible al maltrato al punto de producirte estallidos de ira y/o llanto, cuando este ocurre a cualquier nivel, al mismo tiempo te paraliza y te impide reaccionar más allá del estallido emocional, y salir del círculo de maltrato produciendo un desgaste terrible a nivel físico y psicológico.

-Disociación: sensación de irrealidad, de estar en un sueño, de desconexión de ti misma, de no estar en tu cuerpo, como si estuvieras observándote en una película, sensación de no pertenecer a este mundo. Entumecimiento emocional, cuesta llorar y sentir las propias emociones, como por ejemplo hablar de las cosas horribles que te sucedieron sin pestañear o sin que aparentemente te afecten, mientras la persona que las escucha se queda horrorizada escuchando sin entender como lo puedes contar tan tranquila, incluso llegando a pensar que te lo estás inventando precisamente por tu falta de emocionalidad. Sensación de que el tiempo pasa de forma diferente, perder el hilo de las conversaciones cuando te están hablando (niebla mental que se ve desde la otra parte como falta de interés) con una sensación de lejanía de las voces y ruidos, inclusive de la persona que te está hablando en ese momento. Encontrarte a menudo con la mirada fija en un punto en el horizonte sin pensar, pero no precisamente por estar en estado de relajación, sino de desconexión porque tu cuerpo y tu mente no pueden más. Encontrarte meciéndote de lado a lado sin intencionalidad. Percibir tu cuerpo como algo extraño que no te pertenece. Por ejemplo, que te esté violando o violentando tu pareja o un putero y tener la sensación de que tu cuerpo no es tu cuerpo, de que no es para tanto y de que se lo están haciendo a otra persona como si fuera una película ajena a ti. Tener la sensación de que has tenido un flashback horrible pero al momento no recordarlo. Te cuesta recordar cosas básicas cómo qué edad tienes, tu DNI o tu nombre si te lo preguntan sin esperarlo.

-Disonancia cognitiva ante el abuso traumático: En la disonancia cognitiva hay una contradicción entre lo que pensamos y sabemos que es bueno para nosotros o para los demás y lo que hacemos, y /o entre lo que dice el otro y lo que hace. Esto deja a la víctima en una especie de shock culpabilizador y ante la imposibilidad de cortar lazos con el abusador a pesar de saber en el fondo que nos están haciendo daño y que no está bien. En este proceso y conjunto de creencias intervienen; el «gaslighting» o «luz de gas» del abusador, el auto menosprecio, auto engaño, culpa, justificación y minimización del abuso por ambas partes (abusador y víctima), falta de autoestima y de confianza en el propio criterio, que también hace creer a la víctima que merece ese abuso o que lo provoca. Cuando el sufrimiento se enquista ya se ha dedicado mucho tiempo y recursos a esa relación y viceversa, lo que hace mucho más difícil dejarla. En muchos casos existe además dependencia económica, el aislamiento de la red de apoyo de la víctima, el qué dirá el resto de la familia, todo esto, obviamente, se da de manera inconsciente y debido al maltrato previo, impide a la víctima abandonar el vínculo traumático y la coloca en una posición de gran daño y riesgo.

-Odio o hipersensibilidad a los ruidos, conocido también como Misofonia. Los ruidos altos, de obras, alarmas, ronquidos, crujido de huesos, petardos, perros constantemente ladrando, o ruidos repetitivos, gotas de agua, pasos, gente comiendo, dedos golpeando una superficie repetitivamente, llegan a producir gran malestar, irritabilidad e incluso agresividad, rabia e ira.

-Misokinesia, lo mismo que la Misofonia pero con los movimientos repetitivos. Se genera un estado de nerviosismo, alteración, incomodidad y malestar que aparece cuando nos encontramos frente a una persona que realiza sin interrupción pequeños tics o movimientos corporales.

-Sobresaltos y reacciones exageradas ante amenazas o peligros que cualquier otra persona identifica como menores o sin importancia, incluso una persona que alza la voz de manera repentina o que alguien te llame o aborde en la calle.

-Trastornos del sueño:

  • Dificultades para conciliar el sueño.
  • Sueño muy ligero que se interrumpe al más mínimo ruido o movimiento.
  • Querer dormir todo el tiempo para no sufrir, pero muchas veces no poder por culpa de las pesadillas y el insomnio retrógrado.
  • Pesadillas o flashbacks nocturnos constantes que tienen o no que ver con los hechos traumáticos. En algunos casos estas sí puede ser sueños repetitivos cual películas fieles del hecho concreto o muy similares, como los flashbacks que ocurren estando despiertas. Pero en otras ocasiones pueden ser solo sueños que evoquen las emociones de esos hechos, y que este sueño se repita constantemente, o varíe despertando con mucho malestar y angustia. Por ejemplo, un sueño simbólico que evoque como nos sentíamos, que intentes moverte y no puedas (congelación de la víctima ante una violación o imposibilidad de huir de la casa de tus agresores cuando fueron tus padres), que estés en una casa tenebrosa que se cae a pedazos, donde las luces no funcionan, el agua sale negra: la casa es nuestro estado emocional, de miedo, indefensión, soledad, tristeza profunda.

-Flashbacks estando despierta, es decir, repetición de recuerdos no deseados a través de pensamientos intrusivos que no se pueden controlar ni evitar, sin o con disparadores, como puede ser una película, persona, olores, palabras que te recuerdan las agresiones, al agresor o el momento de la agresión o dónde tuvieron lugar que activan en el cuerpo un estado de hiper ansiedad e hipervigilancia como si los hechos estuvieran sucediendo en ese momento.

También actúan como disparadores retraumatizantes las situaciones en que los perpetradores son tus propios padres o familia y tienes que volver a la casa donde ocurrieron, como suele pasar en Navidad o vacaciones, el día del padre o de su cumpleaños, o incluso su muerte, si este fue nuestro agresor, etc. Aunque ninguno de esos hechos esté ocurriendo y aunque la relación esté incluso normalizada. Ya no hablemos si además de esto, el vínculo traumático sigue, y los perpetradores o sus cómplices siguen maltratando de igual u otras formas, desvalorizando, humillando, recordando los hechos traumáticos, negándolos, discutiendo sobre ellos, etc.

-Reaparición del trauma con más fuerza al ser madre: Muchas mujeres experimentan con desolación que al tener hijos/as, cuando éstos/as cumplen la edad que tenían al ocurrir el hecho o hechos traumáticos, el trauma vuelve como un torbellino y con más fuerza que nunca, incluso aunque pensaras que estaba totalmente olvidado, e incluso aunque hayas hecho terapia especializada.

Somatización:


El estado de alerta constante causa GRAN daño al sistema nervioso y al sistema inmunológico, al estar constantemente en modo ataque-huida inyectando cortisol en sangre todo el tiempo, por lo tanto incrementa exponencialmente el riesgo de sufrir enfermedades mentales, demencia, ansiedad, ataques de pánico, tristeza profunda, depresión… Y a nivel físico puede producir problemas de salud crónicos, úlceras y otros problemas digestivos, fatiga crónica, mayor riesgo de coger más virus con peores evoluciones, ser más proclives a desarrollar fibromialgia, cáncer, y otras enfermedades inflamatorias, auto inmunes y cardiovasculares.

A nivel cerebral, el cerebro lucha tanto por bloquear los recuerdos traumáticos para poder sobrevivir, que acaba dañando la memoria a corto, medio y/o largo plazo, causando también problemas de concentración, y de repente algo que antes no te costaba, como leer, memorizar, o incluso encontrar las palabras adecuadas resulta ahora muy difícil. Esto ocurre porque el lóbulo pre frontal, el encargado del lenguaje, queda adversamente afectado por el trauma y este se interpone en la función lingüística. Cuando el daño o maltrato se produce a edades muy tempranas puede afectar gravemente al desarrollo cognitivo y a la capacidad intelectual de los/as niños/as de por vida.

Pulsaciones altas en estado de relajación y sin motivo aparente (120).

Aunque tu mente tenga los recuerdos bloqueados todo el tiempo o en determinados momentos, incluso aunque no tengas recuerdos ni flashbacks, el cuerpo no olvida, como bien dijo el Dr. Bessel van der Kolk, el cuerpo lleva la cuenta, en su libro con el mismo nombre, y actúa como si el peligro siguiera estando ahí en forma de síntomas físicos y reacciones cuyo origen viene de la mente subconsciente y del trauma no sanado.

Esto se puede traducir también en gran tensión y dolores musculares, bruxismo intenso, e incluso acúfenos o tinnitus derivados de éste. Esta tensión continua también puede originar ganas de orinar constantes, problemas de vaciado, debido a que el estado de tensión afecta al músculo de la vejiga, y cuando el sistema nervioso está muy dañado, pueden producirse incluso daños neurológicos, y temblores, a veces tan fuertes que se pueden confundir como ataques de epilepsia. Es muy común que esto se de después de la activación de disparadores o flashbacks del trauma.

-Introversión y timidez, a veces extrema, y que no siempre estuvieron ahí. Hay muchos casos de mujeres que antes de la violencia sufrida eran niñas o mujeres extremadamente extrovertidas y sociables, y justo después, cambiaron radicalmente, pero debido al desconocimiento o a que no lo recuerdan bien por el trauma, o porque eran muy pequeñas, pensaron que esa timidez e introversión eran parte de su personalidad, cuando no es así, es un síntoma del trauma mismo. Esto suele venir acompañado también con sentimientos de culpa, vergüenza, de no valía, de no merecimiento, de estar dañadas, porque como no valías para tu pareja maltratadora o para tus padres maltratadores, esto se convirtió en tu auto lenguaje y en tu identidad, produciendo por ende, falta de autoestima y confianza en ti misma que es además reforzada por la cultura patriarcal…

-Vivir en constante estado de estrés e hipervigilancia, es decir en un estado de lucha-huida, que deja el cuerpo y la mente agotados, y lo que se traduce en;

-Apatía, inacción, sensación de ir a la deriva, procastinación, dificultad para salir de la cama o realizar tareas simples como asearte, recoger u ordenar tu cuarto/casa, ir al súper, dificultad o imposibilidad de empezar o acabar lo que empiezas, dificultad para tomar decisiones o llevarlas a cabo una vez las tomas. Todo esto suele confundirse y mal diagnosticarse con TDH, junto a la falta de concentración, o achacarse incluso a mera vagancia por la propia víctima o por su entorno cuando en realidad está desbordada, sin energía, con sentimientos de desesperación, impotencia y desesperanza, lo que aumenta el sentimiento de culpa porque no puede evitarlo ni salir sola de ese estado de agotamiento, letargo y congelación.

-Aislamiento social pero al mismo tiempo deseo imperioso de conexión; cancelación de planes en el último minuto por sentimientos de no valía, de no merecimiento, de miedo social, tardar mucho en contestar mensajes o en coger el teléfono, irse de fiestas o reuniones sociales sin avisar…

-Dificultad para confiar.

-Evitación de personas, lugares, o situaciones que recuerden el hecho traumático.

-Sensación de peligro constante y de estar rodeada de personas peligrosas (lo cual desgraciadamente en muchos casos tiene base real, pasada y presente, siendo mujer en un patriarcado).

-Irritabilidad.

– Poca o nula paciencia.

-Rabia, ira.

Sensación de estar al límite.

-Hostilidad, o, en el otro extremo:

-Súper complacencia.

-Atracción inconsciente por parejas con rasgos narcicistas y psicopáticos debido a que es todo lo que conocimos en nuestra infancia/primeras relaciones, es el único entorno conocido «seguro».

-Gran tolerancia a comportamientos abusivos.

-Dificultad para poner límites.

-Tratar de «arreglar » a los demás.

-Miedo al abandono.

-No atender, olvidarse de las necesidades propias en beneficio de las de los demás.

-Perfeccionismo, necesidad de probar que valemos: inconscientemente se piensa que así lograremos que nos quieran, nos acepten o simplemente no nos abandonen o agredan. Creemos que así no volveremos a pasar por las situaciones donde nuestros padres o parejas nos criticaban constantemente, nos hacían sentir que no éramos suficientes, nos ignoraban o nos agredían si no nos ceñíamos a lo que esperaban de nosotras.

-Comportamientos auto destructivos: Ej.; sexualidad compulsiva sin protección, normalización de la violencia sexual y prostitucional, y de prácticas violentas como la asfixia, el Bondage donde casualmente más del 80% de las «sumisas», es decir, las que reciben la violencia, son en su mayoría mujeres. También;

-Autolesiones.

-Adicciones, a sustancias, comida, sexo y ejercicio compulsivos, etc, para tapar el dolor y los sentimientos de culpa, vergüenza, y no valía que dejaron los abusadores…

-Trastornos alimentarios.

-Pensamientos suicidas.

Si te ves reflejada en muchos o la mayoría de estos síntomas, busca un/a especialista en trauma. No vale con meros psicólogos/as clínicos sin especialidad o con especialidades diferentes al trauma, ni con psicoanálisis, ni con terapias cognitivo conductuales por sí solas, esto no es suficiente. En los casos de trauma complejo todo esto sirve de poco o nada si no va acompañado también de las terapias específicas que vamos a relatar a continuación. Tampoco te fíes de ningún/a terapeuta que te culpabilice o minimice tu dolor, esto no solo es violencia y mala práctica, es falta de empatía e inteligencia emocional injustificable en un profesional de la psicología. Es revictimización, está prohibidísimo en todos los manuales de psicología de trabajo con víctimas y es señal de que no saben trabajar con víctimas, ni están actualizados, ni formados, o de que, si lo están, no han asimilado nada en dichas formaciones. También desconfía de quien te obligue a repetir o escribir una y otra vez en un loop infinito las experiencias traumáticas con la excusa de la desensibilización, en el Estrés Post Automático Complejo esto solo sirve para retraumatizarte más y para empeorar el cuadro. Es necesario acudir a especialistas con titulaciones y experiencia probada y actualizada en trauma, o de lo contrario pueden llegar a empeorar y cronificar el cuadro.

¿Qué tipo de terapeutas buscar?

-Especialistas en tratamiento de trauma, tanto simple, como especialmente en trauma complejo .

– Especialistas en Terapia Sensoriomotriz y terapia corporal.

-Especialistas con experiencia probada en la aplicación de la técnica EMDR – Técnica terapéutica utilizada para desensibilizar y reprocesar traumas psicológicos.

Vivimos en un sistema que nos rompe individual y colectivamente, y luego nos echa la culpa por estar rotas y nos carga con la responsabilidad y el gran gasto económico de sanar, algo que muchas no se pueden permitir por el enorme costo. Sé paciente contigo misma y con tu proceso.

Por Ana G. Aguilar, para @Plataforma Anti Patriarcado

Bibliografía;

Investigaciones sobre trauma y V.G. de la Dra. en Psicología Carmen Delgado Álvarez, Directora del Posgrado en Intervención Multidisciplinar en Violencia de Género» 2023.

Dr. Bessel van der Kolk, «El cuerpo lleva la cuenta» [2014]. «Trauma y Memoria» [2018].

Dra. Ingeborg Kraus, «Seeing the Shadow Women: The Hidden Victims of Prostitution», [2020].

Dra. Harvey, «Trauma survivors have symptoms instead of memories». (Las víctimas de trauma tienen síntomas en lugar de recuerdos) [1994].

Dr. Gabor Maté, «Cuando el cuerpo dice no» [2020], «El mito de la normalidad: Trauma, enfermedad y sanar en una cultura enferma» [2023]. «Mentes dispersas: Los orígenes del déficit de atención» . [2023].

Dr. Iñaki Piñuel, «Amor Zero» [2015], «Familia Zero» [2020], «Libertad Zero» [2023], «Mobbing» [2001], «Mi jefe es un psicópata» [2021]. https://www.youtube.com/@DrInakiPinuel

Dr. Jessica Taylor «ITIM: Indicative Trauma Impact Manual» [2023].
https://www.facebook.com/DrJessTaylor

Dra. Kim Sage, especialista en trauma y SEPTC https://www.youtube.com/@DrKimSage

#TEPT #Hipervigilancia #Desencadenantes #Triggers #Flashbacks #ElCuerpoRecuerda #SíntomasdeTrauma

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No, las feministas «críticas» no somos las culpables del avance de la derecha


Hay políticos y políticas y sus fieles, que más que a un partido parecen pertenecer a una secta donde no cabe la negociación, la crítica ni la legítima petición de cuentas por lo incumplido. No se han enterado aún de que las mujeres, o al menos, muchas, hemos salido de la jaula, nos hemos quitado la mordaza y la venda de los ojos, y que ya no nos callamos ni volvemos más a ella, aunque los carceleros sean los «buenos» entre los carceleros, aunque sean de los «nuestros». Ya no sirve «tus derechos para luego», ya no sirve «vota por el bien común», si eso significa sin nuestro bien y contra nosotras, ya no sirve trabaja gratis por los demás pero olvídate de ti.

Y el problema, y ya me pueden caer arriba con toda la bilis que quieran, no lo tenemos quienes no pensamos volver a eso, el problema lo tienen las y los que han normalizado el sistema del sometimiento y la esclavitud de las mujeres dentro de nuestros propios partidos que os pensáis que nuestro deber sigue siendo la milenaria costumbre de callar y acatar lo que nos diga el patriarca / cabeza de partido de turno sin rechistar, aunque esto vaya contra nuestra dignidad e integridad física, psicológica y sexual y la de nuestras hijas/os. Vosotros sois los únicos/as culpables y cómplices del avance de la derecha.

No es culpa de las feministas críticas, como señaláis acusándonos de ser fascistas y de ser de Vox mientras intentáis silenciarnos y censurarnos por no dejarnos someter más. Es culpa de vuestra misoginia internalizada, es culpa de vuestro interiorizado sistema de castas donde creéis aún que lo nuestro, que percibís como inferior y menos importante como lo hacéis con nosotras, no importa, y que los derechos humanos de las mujeres, nada menos que el 51% de este país, se pueden dejar siempre para luego como se ha hecho históricamente desde la izquierda, e incluso borrar los derechos ya conseguidos del mapa como habéis hecho con las leyes T , Sólo sí es sí, etc.

No nos da la gana de seguir apoyando a ninguno de nuestros maltratadores o maltratadoras, y menos con el único argumento de que el otro es peor. Les vamos a hacer el primer spoiler, la derecha está ahí siempre queriendo hacerse con el poder y destrozar todo lo conseguido, siempre lo ha estado y siempre lo estará. VOX no es un partido nuevo, es el ala ultra de toda la vida del PP, es una parte del PP, como lo fue Ciudadanos, que simplemente se atreve a decir lo que piensa. El miedo al otro no es un argumento válido cuando es el único argumento partidista y aliciente para nosotras.

¿Es que no veis el nivel de alienación e injusticia rampante que hay ahí? Claro que no, porque no nos veis como ciudadanas de pleno derecho, seguimos en inferioridad en el imaginario colectivo, incluido en el de los nuestros, y las nuestras, si lo sabía bien Beauvoir.

Porque el colmo es que muchas defendéis esto, aunque se gobierne sistemáticamente contra nosotras, y tenéis la osadía de llamaros y llamar a eso feminismo, mientras señaláis a las “feministas críticas” como culpables, como si hubiese otra forma de ser feminista, e incluso venís a nuestros espacios, muros y páginas a coartar nuestra libertad de elección, a acosarnos y atacarnos por nuestra postura de estas elecciones. Pues les vamos a hacer el segundo spoiler, y sí también vamos a repartir carnés que ya sabéis que nos encanta:

Si no es crítico, no es feminismo, si no molesta, no es feminismo, quienes no solo no sois críticas con nuestras opresiones sino que apoyáis a quienes las implementan sin rechistar, por mucho que pongan a una mujer al frente a hacerlo no sois feministas, sois fieles lacayas de las manos que nos silencian, oprimen y explotan, sí, aunque también seáis víctimas, aunque los victimarios sean “de los nuestros”, y aunque algunas incluso llevéis años mamando del bote de la política institucional apoyando cualquier rumbo que ésta tome, aún siendo en las antípodas de la agenda feminista, de nuestros derechos y de lo que necesitamos las mujeres.

Por sus actos los/as conocerás.

Por Ana Aguilar, para Plataforma Anti Patriarcado

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Adolescentes, porno y salud mental: Comprender los peligrosos efectos del porno en las mentes en desarrollo


Stop a la Cultura del Porno

By Culture Reframed, traducción de Ana G. Aguilar

Las probabilidades de que un joven vea pornografía hoy en día -a propósito o por accidente- son muy altas. En un informe reciente de Common Sense Media, tres cuartas partes de los adolescentes admiten haber visto pornografía antes de los 17 años. La edad media de la primera exposición es de 8 años. De los encuestados, casi el 60% afirma que la primera vez que vio pornografía fue por accidente.

¿Qué le ocurre a una mente joven e impresionable cuando consume material sexualmente explícito? La exposición a la pornografía puede afectar considerablemente al desarrollo y la salud mental de un niño. Siga leyendo para saber cómo afecta la pornografía al cerebro adolescente y los peligros que supone para el bienestar psicológico y emocional de las mentes jóvenes en desarrollo.

La pornografía y el cerebro adolescente

Décadas de investigación demuestran que…

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El problema que no tiene nombre, 60 años más tarde, sigue aquí.


Los varones no «apoyan» a sus mujeres para que puedan quedarse en casa cuidando de los hijos e hijas de ambos.

Las mujeres son las que apoyan las carreras de sus maridos renunciando a cobrar por su trabajo, renunciando a su vida profesional y a su autonomía personal y económica para proporcionar cuidados 24h no remunerados. Haciendo de cocinera gratis, que en muchos casos significa la organización, planificación y preparación de más de 600 menús al año con la cantidad de horas que eso conlleva; planificación, compras, preparación, en el mejor de los casos más de 1200h de limpieza y lavandería, en el peor muchas más, y otras tantas en tareas varias de gestión y organización del hogar que se quitan de su propio crecimiento personal, laboral y educativo. Y ya no hablemos si además hay hijos/as; triple carga mental y física, triple planificación, organización, compras, médicos, vacunas, tareas, reuniones del colegio, etc, etc…

Todo esto, nos frena profesionalmente, nos deja expuestas a más control y violencia, nos impide reclinarnos o seguir formándonos en un mercado laboral cada vez más competitivo, y por ende, además del sesgo de género, tenemos menos posibilidades de mejorar en el empleo cuando además trabajamos, o promocionar, porque contamos con muchísimo menos tiempo libre que los varones para formarnos, reclinarnos, actualizarnos, esto es el suelo pegajoso por el cual las empresas nos imponen el techo de cristal.

Si fueran a pagar todo el trabajo gratuito, y en la mayoría de casos no deseado, ni agradecido ni reconocido, que realizan sus mujeres no les daría con tres salarios. Pero lo peor de todo, es el sacrificio de la salud mental y física que conlleva esta sobrecarga y esta reclusión al ámbito doméstico, el estar todo el día metida en casa cuidando, renunciando a tus sueños y proyectos personales porque no te da la vida ni la energía para nada más. Eso que Betty Friedan llamaba «El problema que no tiene nombre», un malestar difuso que tenían la mayoría de amas de casa y que hoy llena las consultas de atención primaria, y cuya única salida por parte del sistema médico y político es solucionarlo a golpe de recetas de ansiolíticos, antidepresivos y diazepan.

Diversos estudios de universidades de todo el mundo que hemos publicado aquí a lo largo de los años, tanto en el campo de la sociología, como de la psicología, dejan claro que el principal escollo en el desarrollo profesional de las mujeres no son en realidad los hijos/as, sino los maridos, que actúan dejando una sobrecarga mayor que la de toda los hijos juntos, simplemente renunciando a hacerse cargo de sí mismos y de su parte en los cuidados y las tareas del hogar. Y esto, es tan así, que el reparto inequitativo de las tareas domésticas y la sobrecarga en las mujeres con ellas, está entre las 3 primeras causas de rupturas según los buffet de abogados especializados en separaciones.

Por poner un ejemplo en 2016 en España en solo una comunidad, 400 mujeres solicitaron reducción de jornada frente a 40 hombres, en 2017, 200 mujeres frente a 10 hombres. Los datos hablan por sí solos.

Sin un cambio cultural y educativo acompañado de politicas eficaces jamás acabaremos con esta grave problemática.

Ana Aguilar, para Plataforma Anti Patriarcado

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XX Edición de la Escuela Feminista Rosario de Acuña 2023


Ayer tuvo lugar la clausura de la XX Edición de la Escuela Feminista Rosario Acuña, para las que no pudieron tener la suerte de acudir presencialmente u online, aquí les dejamos las sesiones:

https://www.youtube.com/@escuelarosarioacuna4339/streams

Clausura de la XX Edición de la Escuela Feminista Rosario de Acuña
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